ALCOY, ENTRE EL TERREMOTO Y LA CONTRIBUCIÓN MILITAR.

01.01.2018 20:18

                

                “Viernes, a 4 de diciembre de 1620, llegó nueva como en la villa de Alcoy, dos días antes, había pasado un gran terremoto, y que había hecho gran daño en las casas de la villa y había desolado gran parte del monasterio de los agustinos, y matado muchos frailes.”

                Así recogía Pere Joan Porcar en su singular dietario la tragedia de Alcoy, entonces una villa de poco más de mil vecinos que había encajado daños del orden de 200.000 libras a causa del seísmo. Faltos de medios muchos de sus habitantes, dejaron sus casas derruidas, con no pocos riesgos.

                Esta tragedia se inscribió en otra que golpeó con gran dureza a muchas localidades vecinas, la de la expulsión de los moriscos, que ocasionó al comienzo impagos y apreturas financieras. En las Cortes de 1626, la representación alcoyana solicitó del monarca el dinero de los hornos y molinos reales por treinta años para resarcirse de pérdidas.

                Aunque alejada de la costa y ubicada a efectos fiscales en la parte de poniente del reino de Valencia, Alcoy corrió con la obligación de servir en la defensa del litoral, amenazado primero por corsarios argelinos y más tarde también por los holandeses. En 1605 destinó unos 50.000 reales (sobre unas 5.000 libras valencianas) a la protección de las Marinas, donde la posición de Villajoyosa resultaba particularmente expuesta. De tal deber se dolieron en Cortes, con poco fruto, los representantes de Alcoy hasta las de 1645, las últimas que se celebraron en el reino.

                La entrada en guerra de la Monarquía hispánica en la compleja guerra de los Treinta Años dio nuevos motivos de pesar, ya que las autoridades reales pidieron donativos voluntarios de las villas y ciudades más allá de las cantidades de dinero aprobadas en Cortes. Las autoridades municipales cedían por temor a las represalias, fueran particulares o vecinales. Alcoy se desprendió de 4.000 reales en 1630, de 5.000 en 1633 y de 6.500 en 1636.

                Semejantes sumas no hicieron más cordiales las relaciones con el virrey Fernando de Borja y Aragón, en los días en los que se ordenó la leva de 1.500 infantes por todo el reino valenciano, a razón de tres soldados por cada cien hogares.

                Se buscó, a despecho de los problemas locales, la contribución obsequiosa, y según los criterios virreinales el municipio de Alcoy no respondió de ese modo. Se envió a apretarle las clavijas desde Valencia al juez criminal y civil de la Real Audiencia Pedro Rejaule, tipo bienquisto de los distintos virreyes al que algunos autores han creído descubrir como escritor de comedias bajo el seudónimo de Ricardo del Turia.     

                Se desecharon las alegaciones de pobreza de los alcoyanos y se les impuso una pena de 9.000 reales por los treinta soldados con los que debían contribuir, a razón de 300 reales por cada uno.

                El consejo general de Alcoy se reunió y logró enviar un memorial al rey, que fue recibido en el Consejo de Aragón, con sede en Madrid, el 6 de noviembre de 1637. Las protestas de fidelidad y los gastos antes acometidos sirvieron de poco. En 1645, con una Monarquía todavía militarmente más comprometida, se pidió en Cortes que se repartieran los bagajes de los soldados entre la localidad y las cercanas de Penáguila, Benilloba, Benifallim y Vall de Seta, a pesar de no emplazarse en el mismo camino real. Contribuciones militares y desastres naturales amargaron la vida de los alcoyanos del Barroco.