AVISOS DE EPIDEMIA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

16.02.2020 12:59

                El coronavirus nos retorna, en cierto modo, al pasado, al de los cordones sanitarios y al del control de las noticias acerca de la enfermedad por distintas razones. La peste encenagó considerablemente los contactos entre el Este y el Oeste, más allá de lo religioso o lo político. En la Europa del siglo XVII, tan sometida a la enfermedad como a la guerra, el reino de Valencia se vio expuesto al contagio de otras tierras del Mediterráneo por su clara inclinación mercantil.

                La comunicación de las naves entre los Países Bajos y el Imperio otomano pasaba por hacer escala en puertos como el de Alicante. En 1664, según el cónsul francés allí, los holandeses enviaban anualmente tres convoyes de quince a veinte buques con dos navíos de escolta por cada expedición. Los dominios de aquel Imperio, entre los que se encontraba la plaza de Argel, hicieron saltar las alertas sanitarias españolas más de una vez.

                El 26 de septiembre de 1686 el cónsul español en la toscana Liorna, Andrés Silva, informó de la ausencia de problemas de salud en territorios otomanos. Las naves holandesas de retorno de Esmirna, en consecuencia, podían ser recibidas en Alicante.

                Los avisos de epidemia podían causar considerables problemas, desde terrores infundados a interrupción del comercio, nada bueno en todo caso para el orden y la hacienda de cualquier Monarquía. La española fue perfeccionando sus sistemas de aviso de origen medieval, hasta ir centralizándolos cada vez más. El control sobre los territorios de la Corona de Aragón se acentuó a finales del siglo XVII en consecuencia.

                La enfermedad de peste en Nápoles en 1688, año en el que también sufrió un importante terremoto, fue avisada a Alicante a comienzos del verano por el virrey de Cataluña, así como por las ciudades de Barcelona y Tortosa. En vísperas de un prolongado enfrentamiento con la Francia de Luis XIV, el 18 de julio de aquel año se ratificó el peligro desde Madrid. El rigor a la hora de avisar de una enfermedad siempre ha sido esencial.

                Fuentes.

                ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE ALICANTE.

                Cartas recibidas de 1665 a 1704, Armario 11, Libro 11.