EL PAUPÉRRIMO ARMAMENTO DE LA GENERALIDAD.

22.06.2015 10:01

                El 16 de junio de 1625 los capitanes Bartolomé de Ripoll y Jerónimo Márquez  inventariaron el número de armas disponibles en la Casa de la Generalidad e hicieron balance de su estado de conservación por orden del virrey. El reino de Valencia, como el resto de la Monarquía hispana, se encontraba en guerra con las Provincias Unidas de los Países Bajos y con Inglaterra, que a principios de noviembre de aquel mismo año lanzaría un fallido ataque contra Cádiz.

                El panorama en la Casa de Armas no pudo ser más desalentador en lo cuantitativo y en lo cualitativo. En consonancia las tropas alzadas por el reino adolecerían de serios problemas de dotación, a los que se tendrían que añadir los de movilización, mantenimiento económico y eficacia militar.

                La cifra de arneses se reducía a 35 compuestos con piezas vetustas y carentes de manoplas, junto a otros 5 de justa con una sola celada. De las 700 lanzas jinetas, 20 se encontraban fuera de servicio por completo. La efectividad de la caballería tradicional yacía en la más espantosa ruina.

                La transformación militar iniciada entre los siglos XV y XVI impulsó el desarrollo y el crecimiento de importantes contingentes de infantería, pero las reservas de material de la Casa imposibilitaban la formación de varios tercios, unidades que combinaban virtuosamente las armas blancas con las de fuego. Sólo se disponían de 1853 picas largas, necesitadas de limpiar sus piezas metálicas, de las que 100 se reducían a la triste condición de chuzos inservibles al lado de otros 100 de muy escasa utilidad.

                Entre las armas de fuego se contabilizaron 34 escopetas de diversa condición, 1028 arcabuces de los que sólo 555 se encontraban en estado de servicio efectivo y 1467 mosquetes dotados con 1206 arquillos viejos. Al menos de estas última clase de armas 1044 sólo requerían limpieza. Muchas piezas tenían que pasar por las manos de los armeros, lo que encarecería los costes.

                    

                Al menos había unos 6705 morriones para tantos soldados, de los que unos 788 requerían una limpieza exhaustiva. A la hora de la verdad sólo había armas verdaderamente efectivas para unos 3386 infantes, lo que iba en detrimento de la calidad militar de las tropas valencianas.

                                    

                Asimismo las diversas piezas de artillería sólo comprendían unos 19 cañones de condición muy dispar, susceptibles de atender urgencias muy heterogéneas. En tal situación se tuvo que recurrir al armamento depositado en la plaza de Denia, compuesto por 289 picas, 194 arcabuces, 100 mosquetes y 16 cañones, lo que no dejaría de debilitar la defensa del litoral frente al enemigo, incluidos los pertinaces corsarios norteafricanos de las regencias otomanas.

                Las continuas guerras encenderían las tensiones entre las autoridades centrales y las locales, que se entrecruzarían reproches mutuos en una situación marcada por la escasez.

                Fuente: Archivo de la Corona de Aragón, Consejo de Aragón, Legajos 0558, nº 003-1.