EL SOCORRO VALENCIANO ANTE LA PÉRDIDA DE BUGÍA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

24.12.2022 12:32

               

                El año 1556 comenzó con ímpetu. A 16 de enero, Carlos V abdicó. Su hija, la princesa doña Juana, ejercía entonces la regencia de los reinos hispanos, coincidiendo con el recrudecimiento de la presión otomana en el Mediterráneo Occidental. El 25 de enero hizo un apurado llamamiento al duque de Maqueda, el entonces virrey de Valencia. Se requería urgentemente dinero y soldados para recuperar Bugía (perdida en 1555), intentar tomar Argel y defender Orán y Mazalquivir.

                El reino de Valencia se encontraba en plena línea de frente, con los corsarios musulmanes atacando sus costas. Además, el comportamiento de los moriscos causaba una enorme inquietud entre los llamados cristianos viejos. Con caudales contados e importantes necesidades defensivas a atender, se invocó el socorro de los municipios del reino.

                Se envió al gobernador Luis Ferrer a Alcira, donde repartió cartas a los diputados de las localidades de la gobernación de Játiva, entre el Júcar y Jijona. La urgencia era notable, pues se pidió despachar el asunto en seis días.

                Las condiciones de la petición de socorro fueron una mezcla de exigencia rápida y cierta comprensión. Se quería que su alcance no resultara corto ni se dilatara su pago, pues se pensaba en otros posibles socorros, que llegarían. Sentar precedente siempre era útil.

                Se podía satisfacer con dinero o con gente asoldada, pero de manera voluntaria. En el vidrioso reino valenciano de entonces no se quería imponer ningún repartimiento, que conduciría a dilaciones y a más de un encontronazo legal. En vista de ello, los municipios podían tomar el dinero de sus fondos de bienes de propios o por asiento, el endeudamiento al fin y al cabo.

                Se respetó que la gente armada serviría al uso de sus villas. A la par, las procesiones religiosas de los dos días siguientes alentarían el socorro, creando un ambiente propicio a combatir contra los musulmanes. Curas párrocos y predicadores autorizados llamarían a la colaboración de la gente de la Tierra, que ya había demostrado su furia contra los islamitas durante las Germanías.

                La falta de fondos paralizaba la ofensiva española en el Mediterráneo, y se condescendió a que los valencianos pudieran ofrecer dinero, plata u otro elemento reducible a dinero o gente armada. También se admitirían préstamos sobre las consignaciones desde 1561 en adelante, pues las de 1556 hasta el año indicado ya se encontraban comprometidas. Claro que esta última vía se reservaba a las gentes de consideración. La guerra no dejaba de ser un negocio, en el que servir a la corona se reservaba a nobles vasallos por motivos exclusivistas.

                No se permitió que ningún municipio agrupara su cabeza con sus dependencias, pues el peinado debía ser lo más completo posible. Una cosa era condescender en ciertos puntos y otra perder posibilidades.

                Fuentes.

                ARCHIVO HISTÓRICO DE LA NOBLEZA.

                Cifuentes, C. 7, D. 2.