EL TERCIO VALENCIANO CONTRA LUIS XIV. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

16.03.2020 13:19

                La España de Carlos II ya no fue la potencia militar de Felipe II y tuvo que encajar duros golpes de la Francia de Luis XIV, que movilizó grandes contingentes de tropas. El ejército mercenario de los Austrias Mayores había terminado agotándose por la creciente carencia de recursos financieros y humanos y se recurrió a lo largo del siglo XVII a la contribución de los reinos de la Monarquía. Si en Castilla se pusieron en pie con dificultad los tercios provinciales castellanos, que originaron la contribución de milicias,  el reino de Valencia dispuso también su propio tercio.

                En teoría contó con casi quinientas plazas de soldados. Sus hombres recibían la prima de enganche y la paga de cinco a siete meses por servir en Cataluña, blanco de las ofensivas francesas. Aunque la oficialidad era valenciana, muchos de sus soldados fueron aragoneses y castellanos que tomaron parte por motivos económicos. Con el paso del tiempo se tuvieron que cubrir las plazas vacantes con los llamados vagos.

                El virrey, junto al consejo general de la ciudad de Valencia, detentó la máxima autoridad sobre el cuerpo, pero su financiación corrió a cargo de los donativos ofrecidos por los Estamentos del reino, más allá de las reuniones de Cortes. De esta manera se obviaban ciertos controles forales.

                Por mucho que los Estamentos constituyeran la junta de la leva para recaudar el dinero, sin embargo, el avance del capital corrió a cargo de los clavarios del quitamiento, los encargados de la redención de la deuda, de la ciudad de Valencia. Ya de por sí bastante comprometidos sus recursos, los dineros que adelantaron no les fueron resarcidos debidamente al fallar las recaudaciones.

                El balance militar de tan costosa unidad militar no fue especialmente brillante. Se desplegó el tercio junto a las otras fuerzas de Carlos II en Cataluña con suerte muy desigual. Aunque no tuvo ocasión de entrar en combate durante la guerra de Devolución de 1667-8, se reforzó con más plazas de soldados en la de 1673-8, cuando Luis XIV arremetió con todo su poder contra las Provincias Unidas y otros frentes. Su mantenimiento ocasionó notables pérdidas financieras entonces, con grave quebranto de la ciudad de Valencia, que tomó la parte del león en su mantenimiento frente al resto de ciudades y villas reales.  

                Con todo, el esfuerzo prosiguió. En la guerra de las Reuniones de 1683-4 se volvió a alzar el tercio y se incrementó el endeudamiento ya comentado. Con tal sistema de financiación y movilización, los esfuerzos no rindieron el fruto esperado durante la prolongada guerra de la Liga de Augsburgo (1689-97). Aquejado de deserciones, cuando escaseaban los voluntarios, se disolvió literalmente tras la caída de Barcelona en manos francesas. La peripecia del tercio provincial valenciano, pues,  nos ilustra acerca de las dificultades de organizar y mantener una fuerza militar en la Europa moderna.

                Fuentes.

                Antonio Espino, Guerra, fisco y fueros. La defensa de la Corona de Aragón en tiempos de Carlos II, 1665-1700, Valencia, 2007.