FRANCISCO IMPERIAL: GOBERNANTE, CORSARIO Y MERCADER. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

07.12.2020 17:03

               

                Firmada la tregua de los Doce Años con las Provincias Unidas y expulsados los moriscos, la Monarquía hispánica proseguía teniendo problemas defensivos en el Mediterráneo occidental. Desde el reino de Valencia se denunció la inseguridad causada por los navíos que zarpaban desde Argel. Frente a sus navíos de alto bordo y otros de menor fuste, las autoridades valencianas decían carecer de galeras y de otras naves.

                Por parte de figuras como Francisco Imperial, se hizo un llamamiento a remozar la tradición del corso en el reino. Quienes recibieran licencia para ello deberían dar fianzas para frenar todo ataque a buques amigos, desviando el sentido de las operaciones político-militares.

                Francisco no era un cualquiera, sino el subrogado de gobernador de la ciudad de Alicante, perteneciente a una distinguida familia de origen genovés afincada allí. Su padre Nicolás había contraído matrimonio con Leonor Ángela Pascual, perteneciente a la oligarquía alicantina. Su hermano Juan Simón ejerció como su asesor y de vicario general de Pavía, sin dejar a un lado el comercio.

                Experto en la lucha contra el bandolerismo tras la expulsión morisca y buen conocedor del tráfico de cautivos en el agitado Mediterráneo, propuso en 1615 al virrey de Valencia, el marqués de Caracena, fletar tres navíos de origen flamenco para ir en corso. El primero tenía 300 toneladas, veinte cañones y 150 hombres; el segundo, 220 toneladas, diecinueve cañones y 130 hombres; y el tercero, 120 toneladas, diecisiete cañones y 100 hombres. Se pensaba reclutarlos en el Grao de Valencia, Denia, Villajoyosa, Alicante y Cartagena.

                Al aniquilar a los corsarios enemigos, la Monarquía ganaría la ansiada reputación que le permitiría amedrentarlos; es decir, vencer sin combatir en demasía. El plan fue apoyado ante el Consejo de Aragón por la ciudad de Alicante y por el capitán de la galera del príncipe Filiberto de Saboya, Nicolás Rela.

                Parecer ser que tal plan no fructificó, pero las energías de Francisco no menguaron. En 1630 recibió el almirantazgo de la Flota del Mediterráneo, creada a partir de 1624 a instancias de los mercaderes de Alicante, Cartagena y Génova. La proveeduría de armadas y galeras le dispensó seis galeones embargados a los enemigos. Tal fuerza atacó con éxito a los corsarios de Argel en 1635.

                Desde esta posición preeminente, Francisco accedió a la condición de caballero en el reino de Valencia y favoreció sus negocios comerciales. Llegó a ejercer de cónsul de Génova e Inglaterra en el puerto de Alicante, en punto a aspectos tan relevantes como el aprovisionamiento de pescado. Se sirvió, asimismo, de sus contactos familiares para acrecentar sus negocios en Cartagena.

                Pidió a la junta de compañías mercantiles embarcar por Alicante lana y barrilla con destino a Italia, de forma exclusiva, lo que le granjeó en 1633 las protestas de los diputados del reino valenciano, que vieron frustradas sus ganancias tributarias.

                Fallecido en 1638, con unos cincuenta y ocho años, los Imperial terminaron trasladándose a Cartagena. Su figura fue la de un tipo tan duro como emprendedor, propio de las competitivas oligarquías urbanas del Mediterráneo del siglo XVII.

                Fuentes y bibliografía.

                ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN, Consejo de Aragón, legajo 0601 (002).

                Juan Bautista Maltés y Lorenzo López, Ilice ilustrada. Historia de la muy noble, leal y fidelísima ciudad de Alicante. Edición de A. Alberola y C. Mas, Alicante, 1991.

                Vicente Montojo, “Francisco Imperial Jobardo”, El Salt, 5, Alicante, 2005, pp. 40-43.

                Francisco Requena, La defensa de las costas valencianas en la época de los Austrias, Alicante, 1997.