LA AMENAZA INGLESA SOBRE ALICANTE EN 1661.

09.08.2020 12:23

                El poderío naval fue determinante para los imperios europeos de la Edad Moderna, una vez que se abrieron las rutas del Atlántico y de otros océanos, no permaneciendo en modo alguno ajeno a ello el veterano Mediterráneo. En el siglo XVII, la España imperial tuvo que hacer frente allí a las armadas holandesas, francesas e inglesas, además de las procedentes de los dominios otomanos, cuando sus fuerzas fueron mermando.

                Las ciudades españolas del litoral tuvieron que asumir importantes compromisos de defensa, más allá de los habituales, especialmente las portuarias de primera categoría. El comercio de la ciudad de Alicante se beneficiaba de la protección que brindaban sus defensas, coronadas por el imponente castillo de la cima del Benacantil, junto a otros factores. Todo desafío militar ponía a prueba su prosperidad.

                La Inglaterra del siglo XVII se vio conmocionada por una intensa y trascendental guerra civil, que la mantuvo ocupada durante años. Bajo el protectorado de Cromwell, ingleses y españoles entraron en guerra, amenazando Alicante la armada inglesa en 1656, sin mayores consecuencias.

                A la muerte del implacable Cromwell, Carlos II Estuardo terminaría sentándose en el trono de Inglaterra, servido por antiguos partidarios del Lord Protector como Edward Montagu, que con el tiempo se convertiría en el primer conde de Sandwich.

                Sir Edward negoció en 1661 el matrimonio de su rey con la portuguesa Catalina de Braganza, que ofreció una crecida dote y las plazas de Tánger y Bombay. A Portugal, todavía en guerra con España por su independencia, le interesaba contar con la alianza de una Inglaterra cada vez más atenta a acrecentar su fuerza en el estrecho de Gibraltar y en las grandes rutas del comercio marítimo.

                Comandada por el mismo Montagu, se presentó el 21 de julio de aquel año una armada inglesa de dieciséis fragatas y cuatro sumaques (pequeñas naves de un solo arbolado) recaló en aguas del puerto de Alicante. La amenaza era importante, pues solamente la fragata capitana ya disponía de setenta y cuatro piezas de artillería de distintos calibres. Unos 6.000 hombres se encontraban a bordo de las naves.

                Según el tratado hispano-inglés de 1630, una flota de ocho naves ya requería la licencia de las autoridades locales para recalar. Montagu procedió con cautela y dijo encontrarse enfermo. Además, sus fuerzas se dirigían hacia Argel para ajustar unas condiciones más favorables con sus temidos corsarios.

                En aguas del Mediterráneo, la hostilidad entre los ingleses y sus competidores holandeses permanecía latente, no encontrándose lejos la del almirante De Ruyter. Se temía el inicio de otro conflicto más, principiando en la bahía alicantina.

                Los indicios hicieron temer lo peor a las autoridades de la ciudad, ya que el 22 de julio los tripulantes de siete lanchas desembarcaron en su huerta buscando uvas y vino. Terminaron pagando los suministros, pero los roces con los labradores fueron inevitables.

                Los más ágiles sumaques inspeccionaron desde el mar las defensas de la ciudad, buscando sus puntos débiles, hacia donde podía apuntar la artillería de las fragatas, verdaderas baterías sobre el agua. Por si fuera poco, algún que otro inglés llegó a entrar en la atemorizada Alicante. Las noticias llegadas de Portugal tampoco eran nada tranquilizadoras.

                Las autoridades de la ciudad comenzaron a poner en pie de guerra a sus fuerzas, pues la ruptura de hostilidades parecía inminente. Sin embargo, prefirieron negociar y acudieron a los servicios de un importante comerciante inglés, católico, afincado en la ciudad, William Blunden. Al comercio de Inglaterra tampoco le interesó ninguna guerra por entonces y la situación terminó serenándose.

                La armada de Montagu prosiguió su singladura y en enero de 1662 tomó posesión de Tánger. Más tarde, en 1666, sería el propio conde de Sandwich el que negociaría el nuevo tratado con España, que permitiría a los ingleses acceder en mejores condiciones comerciales a puertos como el de Alicante.

                Fuentes.

                ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN.

                Consejo de Aragón, legajos 0556 (012), 0587 (034) y 0588 (003, 021, 033, 035, 036 y 037).