LA CLARA Y SERENA MIRADA DE RAFAEL ALTAMIRA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

25.12.2021 11:15

               

                Rafael Altamira es una de las grandes figuras de la Edad de Plata de la cultura española. Nacido en Alicante en 1866 y fallecido en el exilio de México en 1951, estuvo siempre muy ligado al espíritu de la Institución Libre de Enseñanza.

                Se interesó a lo largo de su vida por muchas cuestiones, como las relativas a la forma de ser de su tierra natal. En 1905, publicó Derecho consuetudinario y economía popular de la provincia de Alicante, obra premiada en 1903. Siempre es un placer su lectura para todo estudioso o interesado por el pasado.

                La compuso al modo del magno Diccionario de Pascual Madoz, a una escala territorial mucho menor, ya que adjuntó un cuestionario a una serie de informadores locales, mayoritariamente hombres de leyes.

                La complejidad de la provincia resultaba apreciable, distinguiendo tres grandes áreas: las comarcas montañosas del Norte (muy vinculados a lo valenciano), la Vega Baja próxima a Murcia y a lo murciano, y el territorio de influencia de la capital, basculante entre la expresión valenciana y la castellana.

                A estas diferencias añadió Altamira otras de carácter político. Mientras consideró conservadoras las dos primeras, resaltó el componente progresista de la tercera, a despecho de núcleos como el de Alcoy.

                A su entender, la Historia explicaría tal variedad de costumbres y opiniones, ya que el territorio podía brindar tantas ventajas como inconvenientes según se utilizara. Así lo defendería en su Historia de España y de la civilización española, entre 1900 y 1911. Se alejó de ciertos determinismos, muy en boga en aquella época.

                La acción de las comunidades humanas en un territorio a lo largo de la Historia crearía las naciones, con una civilización en la que tenían cabida las costumbres populares, que también eran susceptibles de cambio para Altamira.

                En su obra sobre la provincia de Alicante, vemos que por costumbres entendía el sistema familiar (con la regulación de la herencia) o la ordenación de todas las actividades económicas de las gentes, estudiadas con la precisión del Derecho. Junto a los novios de las tierras ilicitanas que celebraban su noviazgo las tardes de domingo, aparecerían en la obra los urbanos obreros mutualistas.

                Lejos de toda tentación esencialista, la mirada de Altamira nos descubre una historia de las gentes, una intrahistoria si se quiere, que avanza lo mejor del espíritu científico del siglo XX, tan extraordinario para la historiografía.