LA CONQUISTA DE JÁTIVA.

27.08.2017 13:13

                

                La Játiva musulmana era una ciudad de gran importancia, con uno de los más ponderados castillos de Al-Andalus, si damos crédito a la Crónica de Jaime I. Su conquista comportó acciones militares y complejas negociaciones. Aragoneses y castellanos estuvieron a punto de entrar en guerra por su dominio.

                Señor de la ciudad de Valencia tras no pocos esfuerzos, Jaime I prosiguió la expansión de sus dominios hasta los límites acordados en el tratado de Cazorla con Castilla (1179), su conquista. Las ambiciones de riqueza de sus vasallos, que emprendieron cabalgadas, le fueron de gran utilidad. Alcanzaron Sax y Villena, plazas en teoría reservadas a Castilla, y hostilizaron a los andalusíes pese a las treguas acordadas, sin que a priori la palabra real se viera comprometida. Jaime I fue un maestro a la hora de utilizar a su conveniencia a los aguerridos hombres de frontera, con pretensiones frecuentemente muy propias.

                El apresamiento de don Pedro de Alcalá, primo de don Rodrigo de Lizana (el responsable en nombre del rey de los dominios valencianos), y de cinco caballeros más en el transcurso de una cabalgada por los musulmanes setabenses le permitió actuar. Jaime I se desplazó a tierras valencianas y en Altura se reunió con el arzobispo de Tarragona y don Rodrigo. En Murviedro conoció mayores detalles y marchó al frente de sus fuerzas contra Játiva.

                El qaid de Játiva le manifestó a través de su hombre de confianza Ibn Farah de Liria (el Abenferri del Llibre dels feits) su ausencia de mala voluntad hacia él. Decía haber sido víctima de una ruptura unilateral de la tregua por los expedicionarios. Jaime I, que reconoció en su Crónica haberse prendado de la huerta setabense, hizo caso omiso de las ofertas de liberación de los cautivos, a espaldas del propio don Rodrigo.     

                Sus fuerzas tantearon el terreno en busca de un emplazamiento seguro con agua. El asedio era un medio de presión bien practicado por el monarca aragonés. Al final ubicó su real o campamento en tierras de la alquería de Sellent, ribereña del Anna, a un poco más de siete kilómetros al Noroeste de Játiva. Se castigó el aprovisionamiento hídrico a los molinos setabenses.

                Los musulmanes no permanecieron inactivos y trataron de sacar provecho, sin éxito, de las discrepancias en el campamento del rey por medio del alfaquí de la ciudad. La acción de justicia de Jaime I había levantado el descontento de su vasallo García Romeu, que se consideró agraviado por la entrada en su tienda.

                La presión aragonesa tuvo efecto e indujo al qaid en 1240 a entregar la posición de Castellón y a declararse vasallo de Jaime I, que de momento se sintió satisfecho. Sin embargo, transcurrido un año y cuatro meses otra cabalgada volvió a encender las hostilidades.

                Al nuevo qaid, Yahya ibn Muhammad ibn Isa, se le instó a someterse a lo acordado según los términos del derecho feudo-vasallático y al arbitraje de don Fernando, el tío de Jaime I. Al rechazarlo aquél, el monarca aragonés decidió tomar Játiva, a la que consideraba parte del reino de Valencia.

                Jaime I volvió a poner sitio a Játiva, pero entre sus tropas se había infiltrado un caballero del castellano obispo de Cuenca, interesado por expansionarse hacia tierras levantinas. Trataba de contactar con las autoridades islámicas de la ciudad para lograr su rendición a favor de Castilla. Informado de ello, Jaime I prohibió los tratos entre las gentes de su hueste y los musulmanes setabenses. Apresado el caballero del obispo, fue ejecutado.

                Los movimientos de los castellanos no se detuvieron y pronto Jaime I supo que los musulmanes de Enguera y Mogente habían rendido obediencia al infante don Alfonso, el futuro rey Sabio, yerno del monarca aragonés. Don Jaime se acercó hasta Enguera, pero no logró que sus gentes se le dieran.

                Según su Crónica, la posesión aragonesa de Sax, Villena y Caudete determinó a Alfonso de Castilla a entrevistarse con él. El infante le reclamó la conquista y posesión de Játiva en concepto de dote, lo que despertó las iras de Jaime I. La mediación de la reina Violante de Hungría, esposa del aragonés, fue de gran utilidad para evitar un conflicto entre Aragón y Castilla, que en el tratado de Almizra de 1244 alcanzaron a un acuerdo de límites.

                Zanjado el litigio con Castilla, Jaime I retornó al asedio de Játiva. Las negociaciones siguieron su curso y al final su qaid (tras deliberar los ancianos de respeto en las mezquitas) se decantó por la entrega con condiciones. Libraría al aragonés el castillo menor de inmediato y el mayor dos años después a cambio de la posesión de Vallada y Montesa. La reina aprobó tal acuerdo y en 1244 el estandarte de Jaime I ondeó en Játiva tras no pocas incidencias.