LA EMPRESA COLONIZADORA EN AMÉRICA DE JAUME RASQUÍ. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

12.10.2021 16:31

               

                Los valencianos también tomaron parte en las empresas indianas del siglo XVI. Uno de aquellos tipos aventureros fue Jaume Rasquí, procedente de familia de comerciantes. Su proyecto de colonización terminó de zozobrar un 27 de julio de 1559, en La Española, pero su intento no dejó de tener interés para las personas de futuras generaciones.

                Cuando la Asunción gobernada por Domingo Martínez de Irala, que fallecería un 3 de octubre de 1556, era crítica, el entonces vecino Jaume Rasquí alabó las posibilidades y la feracidad del vasto territorio comprendido entre el Río de la Plata y la costa del Brasil, con puntos tan atractivos para los colonizadores ibéricos como el puerto de los Patos.

                La corona española, a la sazón, había tenido serios problemas con el temperamental Martínez de Irala, y quiso alentar otras alternativas de dominio del territorio, más acordes con las polémicas Leyes de Indias. Rasquí viajó a España, y el 30 de diciembre de 1557 logró de la princesa doña Juana (hermana de un Felipe II entonces ausente de la Península) unas anheladas capitulaciones o acuerdos de colonización.

                Considerado hombre experimentado y hábil en tales lides, Rasquí fue nombrado vitaliciamente gobernador y capitán general de aquel amplio territorio. En el plazo de cuatro años debía fundar cuatro poblaciones en San Francisco, el puerto de los Patos, San Gabriel y Santi Espíritus. La empresa decía responder al anhelo de los vecinos de Asunción de extender la fe católica.

                Se planificó una verdadera colonización, en la que tomarían parte gentes del reino de Valencia, instándole a llevar hasta 600 hombres casados con oficios como el de labrador, además de dos oficiales mineros, un médico, un cirujano, un boticario y varios frailes franciscanos. Se insistía en la presencia de las mujeres, en un grupo que no se ajustaba al de la clásica hueste indiana de los inicios de la conquista.  

                Rasquí debería de aprovisionarlos con las necesarias herramientas y para todo lo necesario para los ingenios azucareros. A tal efecto, se acordaron exenciones de derechos de almojarifazgo, y se le dio facultad para contratar en las atarazanas de Sevilla. Rasquí debía dar una fianza de 5.000 ducados, pero la corona le ayudaría con 12.000, que se comprometía a devolver.

                Se proyectó que San Francisco fuera la primera fundación por su oportuna disposición natural. Los pobladores recibirían heredamientos al modo de los repartimientos. Se construiría una casa grande y fuerte, una verdadera fortaleza que sirviera de refugio a aquéllos y a sus bienes. Se plantaría caña de azúcar, viñas y olivos, estableciéndose allí dos ingenios azucareros, dotados cada uno con dos caballerías de tierras. Sus propietarios pagarían el diezmo al modo de la isla de La Española. Las siguientes colonizaciones serían las del puerto de los Patos (que se dotaría con un ingenio azucarero), San Gabriel y Santi Espíritus.

                No dejó de insistirse, oficialmente, que los españoles debían vivir sin discordias o banderías, nombrando Rasquí a sus autoridades. Debían igualmente tratar bien a los amerindios, exentos de tributos por diez años, pues se quería catequizarlos a través de las predicaciones de los franciscanos. No obstante, se permitía la guerra defensiva, según las Leyes de Indias. Rasquí también podía enviar exploradores a otras tierras para descubrir minas y nuevos recursos.

                Se abría tal colonización a los vecinos de Asunción, en la gobernación que había sido de Martínez de Irala. Para ayudarlo en su empresa, se separó de aquélla Guaira, concretamente la villa de Ontiveros. A pesar de los pesares, nada se pudo fundar por los de Rasquí, cuya navegación atlántica dio con el traste al empeño.

                Fuentes.

                ARCHIVO GENERAL DE INDIAS.

                Indiferente, 415, L. 1, F. 162R-167V.