LA GUERRA DE AL AZRAQ, ALGO MÁS QUE UNA REBELIÓN. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

08.06.2020 16:03

                La conquista de Al-Ándalus y la formación del reino de Valencia fueron facilitadas por las disensiones entre los musulmanes. Sin embargo, algunos poderes locales se mostraron capaces de enfrentarse con las fuerzas de Jaime I. En la historiografía de los últimos cincuenta años ha ido ganando peso la figura de Al Azraq, el azul, contemplado como alguien más que un simple rebelde mudéjar.

                Abu Abadallah Muhammad ibn Hudayl Al Sahuir, tal era su nombre, es presentado en el llamado tratado del Pouet, al firmarse en el pozo entre la Foradà y Peña Alta, como alguacil y señor de Alcalà. Su notoriedad y ascendientes eran claros en aquella parte montañosa del Norte de la actual provincia de Alicante. En 1244, Jaime I y el entonces infante Alfonso de Castilla habían alcanzado un acuerdo en Almizra, por lo que consideró prudente rendir pleitesía al hijo de aquél, el infante don Alfonso, el 16 de abril de 1245 según los criterios más ajustados.

                Sus dominios entraban dentro del área de conquista del monarca aragonés, por lo que entregó sus ocho castillos de Pop, Tàrbena, Margarida, Xeroles, Castells, Alcalà, Gallinera y Perputxent, junto a sus términos y alquerías, con condiciones.

                De entrada cedería los de Pop y Tàrbena, se reservaría para sí y su linaje los de Alcalà y Perputxent y retendría por tres años el resto, entregándole durante ese tiempo la mitad de sus rentas a don Alfonso de Aragón. En tal lapso temporal, Al Azraq podía ganar otros castillos, aplicándoseles las mismas condiciones de reparto de rentas. Se le reconocieron tales, además de las rentas de las alquerías de Ebo y Tollos.

                Semejante acuerdo era un compás de espera por ambas partes, que tenían la vista puesta en fortalecer su poder de cara a nuevos enfrentamientos. Al Azraq no permaneció inactivo, al igual que los cristianos, y según la Crónica de Jaime I tomó Gallinera y Serra, entre otros. Sus acciones fueron vistas con complacencia por los musulmanes setabenses, que habían capitulado con un indignado Jaime I.

                La toma de Penáguila sacó de quicio al rey aragonés, que el 6 de enero de 1248 ordenó la expulsión de los musulmanes de sus recién adquiridos dominios valencianos. De nada sirvió la promesa de 100.000 besantes anuales de renta por los de Játiva para disuadirlo, aunque lo cierto es que la medida distó de cumplirse, pues no se estaba en condiciones de sustituir a la población musulmana por otra cristiana. En verdad, aquella encrespó los ánimos considerablemente y unos 60.000 hombres de armas musulmanes, según la misma Crónica, se hicieron fuertes en Montesa.

                La posición de Al Azraq se fortaleció. Acertadamente, su resistencia ha sido interpretada más que como una rebelión como una guerra. Las fuerzas musulmanas y cristianas libraron un pulso por la posesión de Benicadell, en la estratégica ruta entre Játiva y Alicante pasando por Cocentaina y Alcoy. En la lucha cayó el destacado Abenbaçol de la Crónica y Al Azraq replegó sus fuerzas prudentemente.

                Se refugió en su dominio de Alcalá. Disponía de cereales suficientes como para ganar dinero con el que asoldar más combatientes. La accidentada geografía de sus posesiones obstaculizaba la acción de la caballería de Jaime I. Conocedor de las rivalidades entre aragoneses y castellanos, buscó la intercesión de los segundos. Pretendió negociar con el rey de Aragón, mostrándose interesado en casarse con una dama del linaje de los Carrós, y estuvo a punto de emboscarlo con éxito en Rugat.

                Las diferencias también minaban su campo, de lo que extrajo provecho Jaime I, que se dirigió hacia el corazón de sus dominios. De forma sumaria expresa en el Llibre dels feits que tomó Alcalà y Gallinera, además de otros dieciséis castillos. En 1258 Al Azraq fue expulsado, pero la complejidad del área aconsejó a Jaime I entregar a su sobrino el control de Polop.

                 Según la Crónica de Jaime I, el musulmán se entrevistó con Alfonso X en la entonces castellana Alicante con la intención de moverlo a su partido. Acompañado de diez de sus caballeros, iba precedido de su guardia de sayones o eixortins, al modo de una dignidad con autoridad. No logró mover guerra entre castellanos y aragoneses, aunque el relato de este hecho sirviera a Jaime I para contraponer la mezquindad de Alfonso con su caballeresca generosidad, que le llevaría a ayudarlo frente a los musulmanes en Murcia.

                Años más tarde retornaría Al Azraq con nuevos bríos, cayendo en el intento de quebrantar el poder cristiano. Su territorio montañoso tendría comunidades musulmanas hasta 1609 y había demostrado su recio templo, como antes el reducto islámico de Prades frente a Ramón Berenguer IV y después la Granada nazarí. El hombre que desafío al mismísimo Jaime I no fue una simple figura anecdótica, pues entre otras cosas demostró lo difícil que resultó la formación del reino de Valencia a sus conquistadores.

                Fuentes.

                ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN.

                Real Cancillería. Pergaminos de Jaime I. Serie general, nº 0947.

                Crònica o llibre dels feits de Jaume I, Barcelona, 1994, CC. 361-377.