LA PESCA Y EL PODER MUNICIPAL EN ALICANTE. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

29.08.2021 12:43

                El mar ha dispensado con generosidad sus recursos a las distintas comunidades humanas, y el pescado ha formado parte de la dieta de Europa de manera importante. La Cuaresma y los días de ayuno acrecentaban su consumo y su precio. En localidades como Alicante, la pesca ha sido una actividad destacada, con puntos tan emblemáticos como el Raval Roig, tradicional barrio de pescadores. En su regulación, el municipio tuvo un gran protagonismo.

                Alfonso X, recién proclamado rey, reconoció en 1252 a los alicantinos la exención de derechos de pesca y la franquicia de sus pesquerías. El consumo y la comercialización de pescado eran ya importante por entonces. En 1258, pagaban dos pepiones (monedas menudas de vellón) por derechos de almojarifazgo cada espuerta de sardinas y cada arroba de atún y de melva. La singularizada jarra de atún satisfacía un quirate, la moneda de plata ya empleada por los almorávides, pues la pesca también había sido importante en época islámica.

                En la Baja Edad Media, la expansión urbana se enfrentaría a la severa dificultad del abastecimiento de alimentos, especialmente la ciudad de Valencia, cuyas autoridades insistieron desde 1332 a 1372 en que los pescadores vendieran su género en la pescadería municipal, donde podrían cobrar una serie de derechos. En 1441 también lo exigirían las de Elche. Se haría hincapié sobre este punto en el Alicante del siglo XVI. La casa y almacén de la pescadería de Alicante se emplazarían en la calle del mismo nombre y plaza del Mar, por razones obvias.

                El valor de la pesca aumentaría en este momento. Se decidiría el 13 de junio de 1539 que dos veedores inspeccionaran la longitud y grosor de las redes de pesca junto al almotacén y los jurados. La deficiente sería quemada y el que hiciera una falsa pagaría sesenta sueldos. Por las disposiciones del almotacén conocemos la importancia del aparejo del palangre. La compra de redes suponía un importante desembolso para muchos pescadores, endeudándose por ello más de una vez.

                Alicante acrecentaría su importancia como puerto pesquero a mediados del XVI, y en el otoño de 1552 se conseguiría el privilegio que todo comerciante que cargara pescado debía traer a cambio vituallas tan necesarias como trigo. Asimismo, el 8 de octubre de 1552 se ordenaría que los pescadores alicantinos guardaran las ordenanzas de sus colegas de la ciudad de Valencia.

                Debían vender su género (fresco o salado) en la pescadería municipal, bajo pena de perderlo y pagar veinte sueldos. Cautelosamente, no podían trasladarlo a sus domicilios ni venderlo allí. La reventa se prohibía, y los precios serían fijados en las ordenanzas municipales y en el libro del almotacén. Los venteros también debían respetar lo dispuesto.

                Se prohibía lavar, mezclar o salar pescado en el mar, así como venderlo en mal estado, bajo pena de cinco sueldos.

                La medida de venta de todo pescado sería la libra gruesa de once onzas (unos 355´33 gramos). Se aplicaba particularmente al dalfí fresch y al peix de bestina, como en las ordenanzas de la ciudad de Valencia. Temporalmente,  para beneficio de las gentes, ciertos pescados podían venderse a ojo: pajells, pagres, dentols, sarchs y molls grosses.

                Tales disposiciones tuvieron éxito, y el 4 de febrero de 1564 se declararía libre de sisa en la pescadería municipal el género obtenido en los mares de la ciudad y sus términos. Se advertía que el arriero que sin licencia sacara pescado, pagara veinticinco libras. Si lo acarreara para su venta en Alicante, se acomodaría a los precios del almotacén, bajo pena de sesenta sueldos. Preocupaba el aumento del coste del pescado, con desagradables consecuencias sociales. Por ello, el 5 de octubre de 1564 nadie podía comprar en la ciudad y en su contribución atún, merluza, congrio o sardina para revenderlo al por mayor.

                 Se extremaría nuevamente la atención sobre la elaboración de redes de buena calidad, dándose el 8 de octubre de 1564 normas más precisas al respecto. Resultaría ser un tema espinoso, y el 20 de octubre de 1574 se crearía para resolverlo una comisión municipal, en la que mercaderes como Pere Saragoça tomarían asiento en nombre de los paleros y obradores de redes. Se alcanzaría el deseado acuerdo el 12 de diciembre de aquel año.

                De algunos de los pescadores alicantinos conocemos sus nombres, gracias a los registros de fuegos del reino de Valencia de 1510. Joanot Mingot residía en el núcleo ciudadano, y en el arrabal de la puerta de Elche (posteriormente llamado de San Francisco) Joanot Ferrer, Martí Pérez y Francesc Mingot. También tenía aquí su vivienda el palero Francesc d´Arcayna. No olvidemos que en el espacio del arrabal se abriría la popular plaza de las Barcas, donde hoy se encuentra la de Gabriel Miró.

                A diferencia de unos cuantos labradores, ningún pescador sería insaculado en la bolsa de ciudadanos de la mano menor en 1600. Sin embargo, el gremio y cofradía de pescadores de Alicante, bajo la advocación de San Jaime, ganaría reciedumbre, y en 1713 sería agraciada con la heredad de Tomás Belando, repartiéndose entre sus integrantes.

                Convertida en una importante escala comercial y en un punto de desembarco de géneros del Atlántico, Alicante ganó mucho dinero con el pescado. Según Bendicho, la sisa del pescado alcanzaría las 2.500 libras hacia 1639. La del tall de la tonyina o corte del atún rondaría las 60, que a razón de 4 sueldos por barril equivaldría a una descarga de 300 barriles, que en 1747 descendería a 200.

                El sistema de control municipal de la venta del pescado, con todas las regulaciones aledañas, duraría hasta 1769, cuando la intendencia del departamento marítimo de Cartagena, del que dependía Alicante, autorizaría la venta libre de género fresco. Sus críticos municipales sostuvieron que solamente beneficiaba a contados empresarios de la pesca, perjudicando al común del vecindario. Nacía por entonces una nueva época.

                 Fuentes.

                Almotacén. El Llibre del mustaçaf de la ciutat d´Alacant. Edición de María Luisa Cabanes, Alicante, 1989.

                El cens de 1510. Relació dels focs valencianas ordenada per les corts de Montsó. Edición de Rafael Valldecabres, Valencia, 2002.

                Ordenanzas municipales. Alicante, 1459-1669. Edición de Armando Alberola y María Jesús Paternina, Alicante, 1989.