LA TOMA DE MONTESA (1277).

27.06.2015 18:07

                A doce kilómetros al Oeste de Játiva se yergue Montesa, una localidad que fue un núcleo rural fortificado en época musulmana. Antes de dar nombre a la célebre orden militar valenciana, fue la sede de uno de los últimos enclaves islámicos autónomos del reino de Valencia.

                

                Las maniobras diplomáticas y las acometidas militares de Jaime I lograron con esfuerzo entre 1240 y 1244 la rendición de la poderosa Játiva, también en el punto de mira de los castellanos. Su gobernante musulmán Abu Bakr ibn Isa decidió finalmente no permanecer en un espacio urbano acotado, origen de la futura morería, y se retiró a la fuerte Montesa, de la que dependía la alquería de Vallada.

                En 1250 se verificó la separación de términos entre la Montesa musulmana y la nueva Játiva sin problemas aparentes. Abu Bakr y sus sucesores gozaron de los bienes del antiguo Estado almohade como representantes de la autoridad: hornos, molinos, almazaras, tintorerías, baño, alhóndiga y almudín, sin olvidar las viñas cercanas al castillo y otras parcelas. Se ha discutido acerca de la naturaleza de esta autoridad, rechazando su carácter de feudal Pierre Guichard, que la ha puesto en paralelo con la de otros potentados musulmanes valencianos como el rais de Crevillente e incluso con la de los emires granadinos.

                Jaime I aceptó la presencia islámica en sus conquistas por razones muy prácticas. El pago de las rentas obligó a mantener o trasladar a los musulmanes sometidos a la condición de tributarios mudéjares. En Játiva el rey dispuso en principio una guarnición de 60 caballeros y escuderos con la vista puesta en los musulmanes cercanos. De todos modos los gobernantes de Montesa no se sumaron a los movimientos militares de Al-Azraq, que tanto inquietaron al Conquistador. En agradecimiento entregó el rey al hijo de Abu Bakr la extensión del real de Játiva.

                Las buenas relaciones se quebraron en la década siguiente bajo el impacto de lo sucedido en la Murcia musulmana, sometida nuevamente al dominio cristiano por Jaime y su hijo Pedro, el futuro monarca aragonés. En 1273 se emplazó al gobernante de turno a entregar en un año el castillo de Montesa, lo que no sucedió. Al final la mediación del rey islámico de Murcia consiguió arrancar una prorroga de dos años en 1275.

                Al año siguiente muchos mudéjares del reino de Valencia se alzaron en armas contra la autoridad de un Jaime I a punto de fallecer. Los movimientos de los benimerines, de los nazaríes granadinos y de un retornado Al-Azraq parecían poner en peligro las conquistas castellanas y aragonesas.

                

                Bernat Desclot sostiene que Pedro el Grande escuchó de su padre las recomendaciones antes de morir de tratar favorablemente a los barones, de hacer cumplir la justicia y de expulsar a los musulmanes. La última era más fácil de decir que de cumplir y en febrero de 1277 muchos musulmanes, como los de Serra, recibieron su salvoconducto o guía para llegar a Montesa, que se convirtió en un lugar de refugiados a su pesar.

                Montesa ofrecía una sólida posición de defensa, verdaderamente excelente. Su imponente mola presidía un fuerte castillo que dominaba su población o villa en términos cristianos. Si seguimos a Desclot, unos 30.000 guerreros musulmanes se dieron cita allí, con sus mujeres e hijos. Su fuerza era tal que incluso dispusieron de varios escuadrones de caballería.

                La historiografía actual ha relativizado con buenos criterios la peligrosidad real del levantamiento mudéjar de 1276-77, pero la rendición de Montesa requirió un importante asedio, de cuyos detalles no siempre estamos bien informados. Muy posiblemente transcurrió desde el 21 de agosto al 29 de septiembre de 1277 y Pedro de Aragón tuvo que aparejar a su hueste debidamente.

                Desclot destaca intencionadamente el heroísmo del rey, que formó en el asalto a la mola con otros guerreros, con los escudos embrazados y los yelmos bien dispuestos. Los musulmanes le lanzaron numerosas piedras desde las alturas, destrozando más de un escudo. Los aragoneses no desfallecieron y al final consiguieron imponer el pabellón real en lo alto de la mola. La Montesa islámica había caído.

                De todos modos todavía tenemos noticia de una aljama islámica en 1289. Los deseos de Jaime I no fueron fáciles de cumplir.

                Fuentes.

                Crònica de Bernat DESCLOT. Edición de Miquel Coll i Alentorn, Barcelona, 1982.

                GUICHARD, Pierre, Al-Andalus frente a la conquista cristiana. Los musulmanes de Valencia (siglos XI-XIII), Valencia, 2001.

                GUINOT, Enric, Cartes de poblament medievals valencianes, Valencia, 1991.

                TORRÓ, Josep, El naixement d´una colònia. Dominació i resistència a la frontera valenciana (1238-1276), Valencia, 1999.