ROGAR A DIOS PARA TRIUMFAR MILITARMENTE. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

01.10.2020 16:45

               

                La guerra siempre ha sido un asunto muy complejo, que ha exigido atender a cuestiones muy variopintas, desde lo más terrenal a lo más espiritual.

                Las monarquías del Antiguo Régimen hicieron notables acopios de soldados, armas, caballos y vituallas para sus combates eternos, a menudo a cientos y cientos de kilómetros de sus dominios.

                Los Austrias hispanos se encontraron, particularmente, en esta situación y en su nombre los reinos españoles se vieron inmersos en guerras verdaderamente mundiales, globales. En el esfuerzo, fueron movilizados personas de toda condición, sin excluir a los eclesiásticos.

                En teoría, aquéllos decían luchar por la verdadera fe y así lo manifestaron solemnemente a sus súbditos a la hora de requerir su apoyo. Los sacerdotes, con sus súplicas al Altísimo, formaban una verdadera unidad de las fuerzas reales.

                En plena Contrarreforma, los reyes supervisaron estrechamente la elección de prelados, marcando su territorio frente a la Santa Sede. Se promovió a fieles servidores de su causa y el obispo de Orihuela Juan García y Artés, hijo de la ciudad del Segura, no fue una excepción.

                Don Juan fue obispo de 1636 a 1644, los años en los que la guerra de los Treinta Años dio un vuelco contrario a la causa de los Austrias. En línea con el catolicismo de su tiempo, ha sido considerado un hombre estudioso y celoso de sus deberes.

                En su primer año al frente de la diócesis, ordenó plegarias por la dicha de las armas reales, con el permiso prescriptivo del Consejo de Aragón.

                Sus ruegos abrazaron problemas desperdigados por todo el globo. Se pidió por la llegada favorable de los galeones de las Indias Occidentales y Orientales, por la buena suerte de los navíos que combatían en aguas del Brasil, por la liberación de Dole (en el Franco Condado) de sus atacantes y por el acierto en Milán.

                Bien es sabido que el hombre propone y el que dispone es Dios. Las plegarias ordenadas por el obispo de Orihuela acreditaron la pesada carga imperial en especial, sin que ninguna ayuda celestial fuera capaz de aminorarla.

                Fuentes.             

                ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN.

                Consejo de Aragón, Legajos 0713, nº 072.