TRIGO CASTELLANO PARA CONSUMIDORES VALENCIANOS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La carencia de cereal castigó con frecuencia a las tierras mediterráneas antes de la industrialización. Disponer de trigo en tiempos de escasez suponía un gran bien y una enorme ventaja no solo para evitar el hambre, sino también para conseguir pingües beneficios.
Las autoridades locales debían pedir permiso a los reyes para vender el cereal excedente, con la intención de evitar problemas de desabastecimiento o de especulación. Con el matrimonio de Fernando de Aragón con Isabel de Castilla, los contactos frumentarios entre las tierras castellanas y valencianas se facilitaron, aunque ya eran intensos anteriormente.
El 24 de enero de 1480 se autorizó a García de Almansa que pudiera vender en Elche mil fanegas de trigo del priorato de San Juan, en tierras centrales de La Mancha.
La venta de trigo benefició a instituciones y particulares. A fines del siglo XV, muchos vecinos de Almansa se habían hecho regatones o comerciantes de cereales que se movían en un amplio radio geográfico.
En el invierno de 1495, el procurador de la ciudad de Játiva expuso a los reyes la falta de trigo que padecía la localidad. Para evitar el desabastecimiento y la especulación, se indicó el permiso de saca al gobernador del marquesado de Villena, a las autoridades de Almansa y al guarda de mozos y aduaneros de su puerto seco.
Con el crecimiento de la población entre los siglos XV y XVI, tales problemas se agudizaron, intentándose paliar con permisos de saca como los apuntados.
Fuente.
Archivo General de Simancas.
Registro del Sello de Corte, Legajo 149502, 143.