UN CONVENTO FEMENINO EN RUZAFA.

22.02.2022 09:58

 

                En el siglo XVII, cuando la clausura conventual se acentuó, preocupó sobremanera a las autoridades la falta de medios para la dote de muchas jóvenes, que podían verse apartadas del matrimonio, un verdadero freno contra el pecado según los moralistas coetáneos.

                La vida en comunidad religiosa, como esposa de Cristo, se contempló como una alternativa a ello. El 2 de agosto de 1661, el arzobispo de Valencia Martín López de Ontiveros fundó el convento de los Ángeles, de religiosas descalzas adscritas a la orden de San Francisco, en Ruzafa.

                Acogería la comunidad a las doncellas pobres y consideradas honradas sin dote, nacidas y crecidas en tierras del arzobispado valenciano. Se les admitiría a partir de los catorce años, y no excederían habitualmente de los treinta de edad. Profesarían como monjas a partir de los dieciocho. Se insistió en que dos hermanas no podían ingresar al mismo tiempo. Las viudas o las profesas de otros conventos no serían admitidas de ninguna manera. Tampoco las criadas de cualquier señor, aunque fuera eclesiástico.

                Se hizo hincapié en la honradez de las candidatas, presentadas por el arzobispo como patrón. La abadesa, subordinada al mismo, dispondría de un mes para informar de la idoneidad de aquéllas. El número de plazas dependería de las rentas procedentes de los legados caritativos, fundamentalmente. Según lo dispuesto en el Concilio de Trento, los bienes serían en común, de la comunidad conventual.

                Abrazarían todas el nombre de María, pues no en vano se impulsó por entonces el dogma de la Inmaculada Concepción. Todas las monjas debían acudir al coro, sin ninguna lega que cumpliera sus deberes.        

                Para no distraerse de los oficios religiosos y del rezo del Rosario, se llegó a vedar la venta de confituras y de otras delicias monásticas, muy apreciadas en la época y fuente de más de un beneficio económico. La severidad sería la nota habitual de las vidas de unas mujeres con silencios y conversaciones estrictamente reguladas, entre novicias y profesas, entre las conventuales y las gentes de fuera.

                Fuentes.

                ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL.

                Códices, L. 1368Bis.