ALFONSO EL MAGNÁNIMO Y EL SISTEMA DE CONTROL POLÍTICO DEL REINO DE VALENCIA.

11.02.2019 17:35

                Las monarquías europeas del siglo XV movilizaron importantes ejércitos, que fue necesario pagar y justificar. Los parlamentos tuvieron en más de una ocasión fuertes debates con sus reyes acerca del uso y administración de los impuestos aprobados, e incluso sobre el sentido de la política del reino. Alfonso el Magnánimo, que entró triunfal en Nápoles en 1443, tuvo que enfrentarse a esta clase de dificultades, pues sus súbditos hispánicos no siempre compartieron sus puntos de vista. Conquistado el reino de Nápoles, donde permaneció hasta su fallecimiento en 1458, prosiguió exigiendo bastante dinero para contratar distintas unidades militares, dirigidas por comandantes de fortuna. En Italia se continuaba jugando la partida por su hegemonía, y don Alfonso aspiraba a la misma con decisión.

                En el Principado de Cataluña, su administración tuvo severos roces, pero en el reino de Valencia también tuvo que extremar sus cautelas. Consciente de la importancia de su imagen, engrandeció y embelleció su Palacio en la capital valenciana. A través de precisas instrucciones, conservadas en parte en el Archivo de la Corona de Aragón, se comunicó con las personas de su máxima confianza política en sus dominios hispanos, su esposa doña María, su hermano don Juan o el maestre de Montesa Luis Despuig.

                Como sus representantes aquí, tuvieron que negociar con las distintas facciones de las Cortes, a veces tan enfrentadas que impedían un desarrollo fluido de sus sesiones. El recurso a los abogados, el ejército legista al servicio del rey, fue una necesidad imperativa al tratarse intrincadas cuestiones legales, vinculadas con los Fueros del reino. Conseguir subsidios del clero distó de ser una tarea sencilla.

                La tesorería real se hacía cargo de unos recursos nada fáciles de lograr, no siempre bien gestionados. El baile general del reino de Valencia se encargaba de acopiar los fondos del patrimonio del monarca, organizado en distintas bailías locales con administraciones que devoraban gran parte del dinero. Se tuvo que negociar la concertación de préstamos y la redención de censos por parte de aquél, como los que pesaban sobre Paterna y Benaguacil. Desde este punto de vista, toda reintegración al real patrimonio de una villa era bien considerada, aunque el principal esfuerzo recaía en su vecindario en forma de onerosos pagos de indemnización al titular de su señorío.

                Las cuentas del comprometido patrimonio del monarca eran revisadas o auditadas por el maestre racional, lo que no evitaba los problemas de liquidez. El mismo Alfonso no se privó de hacer continuas asignaciones económicas sobre sus rentas y de pedir distintas ayudas, desde acémilas a dinero, a sus comunidades mudéjares. A este respecto, Alfonso el Magnánimo se benefició de la incipiente prosperidad valenciana y empleó métodos persuasivos para afirmar su poder cesarista dentro de su reino de Valencia. Sus métodos y objetivos avanzan los de su sobrino Fernando, a despecho de las tensiones sociales que iban alzando a su paso.