BIAR, EN LA CADENA TRIBUTARIA INTERMUNICIPAL.

17.02.2018 18:26

                Claudo et aperio Regnum, tal es el lema que figura en el escudo de Biar, cuya posición asedió Jaime I tras la firma del tratado de Almizra de 1244. Frontera del reino de Valencia, su castillo fue considerado todavía en el siglo XVII uno de los mejores y de los más antiguos de aquél. Sin embargo, su subalcaide no residía en 1645 allí ni en la villa, por lo que a diario le arrebataban puertas, madera y tejas. La situación del castillo parecía simbolizar la de un vecindario castigado por los impuestos y el endeudamiento.

                Ya en 1384 los mercaderes de Tortosa Guillem Barberà y Jaume Granell prestaron más de 6.824 sueldos jaqueses al infante don Juan, con 500 de pensión anual, sobre las rentas de Biar y Onteniente, que conformaron una bailía desde 1376. Nuevamente se recurrió a sus vecinos, que tuvieron que endeudarse, para recuperar de la orden de Montesa la plaza de Peñíscola en 1489.

                En el siglo XVII las cosas no mejoraron. La facultad para nombrar un maestre racional, aprobada en las Cortes de 1604, no se había cumplido en 1645. El legado pío dejado por mosén Estanya para atender a los pobres, administrado por los jurados municipales, no rindió los beneficios esperados. Consistente en la mitad de un molino harinero necesitado de constantes reparos, se solicitó al rey que no cobrara su censo anual.

                La ubicación de Biar en la proximidad con Castilla le reportaba ciertos provechos. A Pedro de Molina, vecino de la villa, le autorizaron en 1494 los Reyes Católicos a pedir limosna por sus reinos durante un año para rescatar a su hijo preso de los musulmanes. De todos modos, las cosas no siempre fueron fáciles y las gentes de Biar reclamaron el paso franco por Castilla para ir a Caudete y Elda.

                Los problemas no solo surgieron en Castilla, sino también en Valencia. En los pastos de Orihuela se cobraba herbaje a sus ganados a mediados del XVII. En aquella España la Monarquía requería a los distintos municipios un dinero que no tenían, por lo que tuvieron que apretar a propios y ajenos. Biar no pudo cerrar las puertas de aquel reino.