CABALLEROS CONTRA BENIMERINES.

19.04.2018 22:07

                En 1329 el imperio benimerín había añadido a sus dominios las plazas de Algeciras, Ronda y Marbella, cedidas por los nazaríes granadinos, y se cernía amenazador sobre los reinos de la Hispania cristiana. Aunque Castilla, por su extensa frontera con Granada, era la más expuesta a la potencia de los benimerines, Portugal y Aragón también se consideraron amenazados, especialmente bajo el sultán Abu-l-Hasan (1331-51).

                Alfonso IV de Aragón se había coaligado con su cuñado Alfonso XI de Castilla con fortuna muy discreta. Tuvo que encajar duras incursiones de los granadinos, aliados de los benimerines en aquel momento, en el Sur del reino de Valencia, y su voluntad no se consideró debidamente a la hora de ajustar treguas. Su hijo Pedro IV, en pésimas relaciones con su madrastra Leonor de Castilla (hermana de Alfonso XI), no tuvo más opción que aunar sus fuerzas con Castilla contra el imperio benimerín.

                Inquietaba la exposición del reino de Valencia a una invasión de los benimerines, que podían dirigir su poderosa flota de sesenta galeras contra puntos como Denia, cercana a un área ocupada por comunidades mudéjares de las que se desconfiaba con viveza. Los genoveses, rivales de Aragón en el Mediterráneo, podían sumar cuarenta galeras más a la anterior fuerza naval. Pedro IV se concertó con su cuñado el rey de Mallorca para enfrentar semejante peligro.

                Ya en el otoño de 1337 las naves benimerines habían atacado la huerta de Alicante, apresando a varias personas. En su singladura llegaron hasta Benisa, lo que reforzaba el temor de ver atacada Denia.

                En la primavera de 1338 el monarca aragonés temió la invasión del territorio valenciano. Convocó el 27 de abril a que acudieran con sus fuerzas de caballería sus feudatarios Arnau de Tamarit, Bernat de Cornudella, Bernat de Capdellá, Gombau de Sant Martí, y Ponç de Villalonga, así como los herederos de Bernat de Berjanuy, Guillem de Peguera, Pedro de Vilanova y Ramón de Ape.

                Semejante llamamiento los obligaba, y Pedro IV confiaba en que semejantes fuerzas de caballería fueran más efectivas frente a las unidades de benimerines y granadinos que las de las huestes municipales, más aptas para la defensa u operaciones más puntuales. En abril de 1339 Pedro IV dio noticia al Papa del paso de ocho a diez mil jinetes benimerines a la Península, donde se unirían a los cuatro mil de Granada. Al final el golpe benimerín descargó sobre el área del Estrecho, donde se libraría la famosa batalla del Salado en septiembre de 1340.

                Después de todo, los caballeros de Pedro IV no tuvieron que cruzar sus espadas con los guerreros de Abu-l-Hasan en territorio valenciano.