DIATRIBAS CONTRA LA PARTICIPACIÓN FEMENINA EN LA PRERREFORMA RELIGIOSA.

25.07.2015 18:04

                Los historiadores de la Reforma han puesto en valor recientemente el protagonismo y la importancia de las mujeres en este movimiento de gran alcance. Las más cultas y sensibles también aspiraron a una vida religiosa  más auténtica, algo que también se haría visible durante la Contrarreforma, el tiempo de Santa Teresa, a veces controvertida.

                En la ciudad de Valencia del Cuatrocientos, como en otras localidades de su reino, los laicos intervinieron con pasión en los distintos asuntos de la iglesia local y a veces reclamaron una actitud más rigurosa en lo moral a los propios clérigos. La época de las grandes epidemias de peste reactivó la espiritualidad, cuando la predicación de Cuaresma no era cosa baladí. Este movimiento social de interés por lo más auténtico de lo religioso no se circunscribió a los varones, ya que las mujeres también participaron con pasión.

                                                

                Su intervención no fue recibida con agrado por hombres como Jaume Roig. El tono moralizante de su célebre L´espill no se aviene con el tópico del humor satírico valenciano más al uso. Este autor no es un Bernat i Baldoví del siglo XV precisamente. A veces se ha presentado el llamado siglo de oro valenciano como un tiempo de libertinaje inducido por el deseo de gozar ante la proximidad de la muerte por pestilencia. Ciertamente todavía estaban lejos los días del patriarca Ribera, pero la mentalidad social todavía estaba dominada por la mayestática figura del Cristo crucificado.

                Roig no era un clérigo, pero se puso ropajes religiosos, los de una especie de eremita envejecido ante el discurrir del siglo. En varias ocasiones la literatura nos ha brindado figuras de varones maduros que se retiran a las soledades. La peste había determinado a Roig a marchar los parajes de la Marina. Aquí clamaría contra las tentaciones de las hijas de Eva, según los cánones del machismo de su tiempo. Las féminas de Roig no son temibles por su carnalidad, sino por ser amigas de la novedad, la que hace girar la rueda de la fortuna en una sociedad jerarquizada. Las leyes suntuarias coetáneas se encaminaban a evitar sus dispendios, amenazadores de la posición económica y social de ciudadanos y caballeros.

                Roig arremetió en su obra contra una beguina de Segorbe y sus posiciones recibirían la réplica de sor Isabel de Villena. En la bien relacionada Valencia con Italia, las tertulias literarias tuvieron gran peso y la esposa del protagonista, sintomáticamente, se aficionó a una de mujeres en las que hablaba de Platón, Cicerón y Dante. 

                Este moralismo, ciertamente antipático, se mostraba reverente con los hombres de armas. El protagonista de la obra, cuando era mozo, había recibido las enseñanzas de un señor bandolero, que le conduciría a la Francia de la guerra de los Cien Años. No sólo se buscaba la gloria, sino el provecho económico, algo perfectamente compatible con el imaginario feudal, en el que las mujeres tuvieron generalmente un papel subalterno.