EL ESPÍA QUE QUISO ALZAR A LOS MORISCOS.

02.06.2018 16:26

               

                A la muerte de Felipe II, la Monarquía hispánica combatía contra Inglaterra y sus aliados de los Países Bajos. Con Enrique IV de Francia se había alcanzado una precaria paz, la de Vervins, que no calmó verdaderamente la enemistad hispano-francesa. Las finanzas de Felipe III se encontraban a la sazón muy maltrechas, tras la tercera bancarrota decretada por su egregio padre, y sus súbditos moriscos se encontraban bajo sospecha.

                En tal ambiente, en el que se trató de alcanzar la paz por el círculo del duque de Lerma (el valido real con importantes dominios valencianos), florecieron las sospechas de rebelión. Gaspar Escolano, en su magnas Décadas de la historia de la insigne y coronada ciudad de Valencia y su reino, recoge un relato de espías y conspiraciones que parece haber tomado de un proceso criminal coetáneo.

                A finales del reinado de Felipe II, las autoridades españolas mantenían una importante red de confidentes y espías en Europa. El virrey de Navarra contrató los servicios de informador del escribano de San Juan de Pie de Puerto (en la Baja Navarra) Pascual de Santisteban, que en un principio sirvió a los intereses españoles. Sin embargo, transfirió años más tarde su fidelidad y sus servicios a los franceses. En 1602 el gobernador de Burdeos lo envió a España a escudriñar los pormenores de la concentración de galeras españolas en el Mediterráneo, que se dirigiría contra Argel, tachada de ladronera por los españoles.

                Pascual entró en tierras valencianas. Aprovechando sus relaciones con el conde de Alacuás, pudo entrar en contacto con sus notables moriscos. Uno de ellos, Hernando Echarrín el Pascual, le hizo una serie de confidencias fenomenales. Hartos del dominio cristiano, los 200.000 moriscos de guerra del reino de Valencia tomarían las armas contra el monarca español y rendirían pleitesía al francés, conocedores de la delicada situación diplomática y militar de la Monarquía.

                El espía se lo tomó muy en serio, y entró en contacto a su vez con ingleses y gascones. A su llegada a Inglaterra, Isabel I había acabado de fallecer, y el proyecto no tuvo el impulso pretendido. En 1605 se le detuvo, pero los incidentes sirvieron para agriar más una situación que alcanzaría su cénit en 1609.