EL SUBSIDIO VALENCIANO A CARLOS V (1528).

21.11.2017 19:46

                

                Carlos V fue señor de una multitud de dominios de compleja acomodación por su diversidad institucional y cultural y por sus dispares intereses. Fue más que la cabeza del Sacro Imperio Romano de la nación alemana, pues rigió una Monarquía compuesta verdaderamente universal. Dentro de la misma, el reino de Valencia ocupó una posición no tan destacada como la Corona de Castilla, pero tampoco nada menospreciable dados los importantes retos a la autoridad regia que plantearon las Germanías, además de su indiscutible valor estratégico en la lucha por la hegemonía en el Mediterráneo Occidental, donde la suerte de Italia no era indiferente a sus naturales por razones muy variadas.

                En 1528 Carlos V celebraba Cortes Generales en Monzón con los representantes de Aragón, Cataluña y Valencia, al modo del que se seguiría en otras tantas ocasiones. Ante las complicaciones europeas, con el desafío caballeresco de Francisco I de por medio, el emperador no prolongó sus reuniones en Cortes con los valencianos. El brazo o estamento real le pidió que habilitara por tres meses, con la posibilidad de prórroga por un año, al duque don Fernando de Aragón como su representante, ya que el reino valenciano se encontraba necesitado de justicia y de la subsiguiente reparación según las normas del parlamentarismo de la Corona de Aragón. Las sesiones se celebrarían en la capital del reino por ser considerado el lugar más idóneo para abordar asuntos tan delicados.

                De entrada se reconoció la necesidad de dinero por parte de Carlos V para proteger de enemigos el reino de Nápoles, incorporado a los Estados de la Corona de Aragón. Se ofrecieron, al comienzo, 100.000 libras valencianas para cubrir los dispendios y otras 10.000 para sufragar los salarios de los oficiales encargados de la recaudación.

                Para conseguir estas sumas, se escogieron los electos de los distintos brazos, que actuarían junto a los diputados del General en las tareas recaudatorias. En aquel momento, la situación financiera de la Generalidad no era buena. Acumulaba impagos desde las Cortes de Monzón de 1510, por lo que se insistió en su cobro y en la concertación de censales o préstamos con la garantía de los bienes de la institución. De esta forma se pensaba acudir a los primeros pagos en dinero líquido del donativo, que de todas maneras requeriría la imposición de una tacha, a repartir entre los distintos brazos.  

                El cobro de lo asignado a priori chocó con una realidad desagradable, la de un reino de Valencia castigado por las secuelas de las revoluciones pasadas y por las subsiguientes composiciones por delitos contra la autoridad regia. Aunque se dio un plazo de seis meses para tratar el tema, la cuestión fue verdaderamente espinosa. A la prorrogación del 1 de septiembre siguió la del 4 de abril. Se insistió en que el tema debía abordarse en la ciudad de Valencia, pues la tercera parte de la cantidad ofertada debía destinarse a compensar a los agraviados del reino.

                Las necesidades defensivas valencianas, ante la amenaza de las armadas turcas y de los moriscos, exigían no pocos fondos, que al destinarse a servir al rey debían de proceder de lo concedido por el reino. El imperio de Carlos V nunca tuvo un tesoro verdaderamente unificado y las urgencias bélicas se atendieron con distintas haciendas de forma discontinua, lo que mermó eficacia a la defensa de reinos como el valenciano, enfrentado a un enemigo mucho mayor.