FRANCESES EN LA COSTA.

09.11.2017 16:05

                

                La seguridad de los mares nunca ha sido indiferente a las gentes del reino de Valencia, de conocida vocación mercantil y navegante. Por las aguas cercanas a su costa han navegado piratas de todo tipo, que cuando disfrutaban del amparo legal de sus gobiernos se convertían en corsarios facultados para golpear al enemigo, y de paso ganar fortuna.

                Los reyes de España y Francia terminaron de romper hostilidades en 1635, tras no pocos momentos de lo que hoy en día llamaríamos guerra fría. Se ordenaron represalias contra los comerciantes franceses, que no siempre fueron acogidas favorablemente por los grupos dirigentes valencianos, muy interesados en el comercio. Los brazos o estamentos del reino expresaron su disconformidad con más de un punto, pero oficialmente tuvieron que acatar la voluntad regia y de sus ministros.

                Los franceses no se resignaron a encajar pérdidas, y pronto destacaron embarcaciones corsarias contra los dominios mediterráneos españoles, que dieron no escasas preocupaciones. En diciembre de 1637 llegó al Consejo de Aragón la alarma valenciana por las acciones de dos tartanas francesas.

                Las tartanas eran pequeñas embarcaciones de vela latina, especialmente aptas para la navegación litoral. Buenos conocedores de sus objetivos, los corsarios franceses atacaron entre los Alfaques y Oropesa las barcas catalanas que se dedicaban al cabotaje. Si la situación no se agravó fue por la asistencia que recibieron las barcas desde los puntos de Peñíscola y Benicarló. En el espacio comprendido entre Ibiza y la plaza de Alicante se planteó un riesgo muy similar.

                La presión no aminoró, y el 20 de abril de 1640 el gobernador de Valencia don Luis Ferrer y Cardona comunicó al Consejo que tres navíos franceses habían tomado botín de otros tres anclados en el Grao valenciano. En consecuencia, se tuvieron que adoptar medidas de protección contra los buques de Francia. Se proyectó el enrolamiento de unos 200 marineros en todo el reino, algo más complicado de lo que parecía a primera vista, pues muchos pescadores y hombres de mar se negaban a ello.         

                Las acciones de los corsarios franceses, más allá de sonados ataques, perturbaron el comercio litoral valenciano. Se recurrió para evitar problemas de abastecimiento al transporte de víveres en carros. Al menos, no se tuvieron que lamentar, por el momento, destrucciones como las de Alicante a finales del siglo XVII.