GUERREAR PESE A LAS LIMITACIONES ECONÓMICAS.

04.04.2018 17:55

                En 1357 el rey de Aragón se encontraba en una situación apurada ante la presión de la Castilla de Pedro I, a pesar de la toma de la localidad de Alicante por sus fuerzas el año anterior. Antic de Codinacs le informó de los cuantiosos dispendios diarios para preservar el reino de Valencia. Al realizar un importante esfuerzo defensivo varios concejos de la frontera con Castilla y no contar con los fondos adecuados, Pedro IV de Aragón apeló a la necesidad de defenderse de sus naturales para lograr más dinero.

                El Júcar, siguiendo la división territorial inicial del reino de Valencia, delimitó dos áreas a efectos de la defensa, la de más acá o cercana a la capital y la de más allá, donde se estaba realizando un importante esfuerzo militar. La primera se encargaba de custodiar la vía de entrada desde la entonces plaza castellana de Requena, y la segunda de parar los golpes desde el reino de Murcia y ocasionalmente desde el sultanato de Granada, ahora circunstancialmente coaligado con Pedro I de Castilla.

                En Siete Aguas, antes de la guerra de los Dos Pedros atacada por los requenenses por razones locales, se emplazó un punto fortificado y planificado o bastida, en la que sirvieron unos 50 sirvientes o guerreros auxiliares, que al día tenían que ser retribuidos en conjunto con 100 sueldos diarios. Junto a esta defensa estática se destacó una fuerza móvil formada por los 150 caballeros del antiguo oponente de Pedro IV don Pedro de Jérica (a 1.050 sueldos al día), los 60 caballeros del infante Ramón Berenguer (a 420) y unos 200 rocines, a 200.

                Al Sur del Júcar se dispusieron 30 ballesteros, a 120 sueldos diarios, en Biar y en Castalla otros 30 más. El máximo esfuerzo se invirtió entonces en la plaza de Alicante, donde su alcaide era retribuido mensualmente con 800 sueldos, sus 500 sirvientes con 1.000 y sus 100 jinetes con 700, sin contar los gastos de acondicionamiento de sus fortificaciones. Las tropas del conde de Denia y del vizconde de Cardona también debían ser retribuidas puntualmente. Entre ambos sumaban 186 caballeros, que al día costaban 1.302 sueldos, y 74 jinetes ligeros, a 370 sueldos diarios. Mantener financieramente la contienda no era una tarea sencilla después de los estragos de la Peste Negra y de la guerra de la Unión.