LA CABALLERÍA AL SERVICIO DE LA PROMOCIÓN SOCIAL.

25.02.2018 13:04

                Se ha sostenido con cierta frecuencia que la Baja Edad Media fue el otoño de la caballería, cuyos ideales comenzarían a marchitarse ante los avances de un mundo cada vez más pragmático. La creciente fuerza de la infantería en los campos de batalla terminaría por darle la puntilla. Según tales planteamientos, la figura del literato Joanot Martorell ejemplificaría todo ello en el reino de Valencia.

                Lo cierto es que la admiración por la vida caballeresca perduró durante aquella época. Fue compartida por prohombres de villas y ciudades carentes de la condición de caballero, e incluso se adentró en el siglo XVI, con ejemplos de reyes caballeros como Carlos V, Francisco I o Enrique VIII. El desarrollo de la vida urbana y el crecimiento del poder de la monarquía cesarista no resultaron incompatibles con el fortalecimiento de la caballería.

                El eximio cronista del siglo XVI Rafael Martín de Viciana sostuvo que la hidalguía precedía a la caballería, y que se heredaba de unos antepasados con solar conocido, a modo de garantía. Los donceles valencianos, según el mismo, equivalían a los hidalgos castellanos. Sin embargo, el rey podía otorgarla junto a la caballería por servicios señalados.

                Pedro IV así lo reconoció, y el 6 de mayo de 1364 concedió el título de barón a don Pedro de Boïl, el capitán general de la ciudad de Valencia durante el cerco de Pedro I de Castilla. Además de aguantar el asedio hasta la llegada del monarca de Aragón al frente de sus tropas, tomó el castillo del Puig y lo defendió de la acometida de las fuerzas de don Juan Alonso de Jérica.

                Don Pedro había sido armado caballero por el mismo Pedro IV, y le había servido en Cerdeña y en las embajadas con los países musulmanes. Su familia era de orígenes aragoneses. Su padre don Ramón había sido servidor de la monarquía, al igual que su abuelo don Pedro, el mayordomo de Jaime II, presente en Sicilia y la campaña de Almería, y caído en Cerdeña bajo las órdenes del entonces infante don Alfonso.

                Los Boïl adquirieron notoriedad dentro de la nobleza valenciana. Su trayectoria viene a demostrar que ni la monarquía ni las oligarquías locales quisieron (o pudieron) prescindir de un ideal no precisamente caduco en un tiempo en el que la guerra servía para engrandecer señoríos de toda laya.