Durante la Baja Edad Media la población europea fue azotada con contundencia por el flagelo de la peste. Reyes y señores acusaron la merma del número de sus vasallos, y pusieron en práctica distintos planes, algunos nada pacíficos. La conquista fue una de las opciones barajadas, en busca de tierras, botines y personas, a la que se apuntaron a comienzos del siglo XV los monarcas de Portugal.
Juan I, entronizado a raíz de un duro conflicto interno y de la guerra con Castilla, también necesitaba afianzarse de manera más clara en el poder. Su reino ya alcanzaba sus límites actuales en líneas generales, y se pensó en atacar otros puntos. Se formó una importante armada. Durante un tiempo se creyó que descargaría contra Granada u otros objetivos.
Precisamente desde Granada llegaron noticias de la empresa portuguesa el 13 de septiembre de 1414 a Valencia. Los de Portugal habían conquistado con gran aparato de artillería la estratégica plaza de Ceuta, esencial en el comercio entre África y Europa. En los meses posteriores, los navegantes castellanos informaron a los valencianos de las evoluciones navales de los portugueses.
Valencia era otro reino necesitado de población, con una activa vida mercantil nutrida por gentes de distintas procedencias. Pronto llegaron a sus puertos los bienes y los cautivos musulmanes apresados por los portugueses. El mercado de esclavos se animó, y el baile general del reino Joan Mercader consultó el 20 de septiembre de 1415 al rey Fernando I de Aragón sobre la licitud de las operaciones. De todos modos, se inclinó aquél por favorecerlas al resultar de gran bien para la Cristiandad. La Europa de los nuevos horizontes geográficos surgía en un ambiente de cruzada y negocios que abarcaba distintos reinos.
