LA INQUISICIÓN Y EL DISIDENTE FRANCÉS.

26.12.2018 17:29

                A finales del siglo XVII el momento más álgido de la política confesional, la de la Reforma y la Contrarreforma, ya había transcurrido. La guerra de los Treinta Años había mostrado su peor cara, y los europeos se inclinaron por posturas más conciliatorias. El criticismo se abría camino entre la intelectualidad, cuestionándose ya algunos lugares comunes de las sociedades confesionales. Europa se encontraría, pues, en los umbrales de la Ilustración, en el tiempo de la crisis de la conciencia europea según la conocida fórmula de Paul Hazard.

                Sin embargo, no todos los habitantes de los países europeos y de sus dependencias ultramarinas comenzaron a disfrutar por entonces de tal apertura. La Francia de Luis XIV, contemplada a veces como modelo de racionalismo, se empeñó en la represión de su población protestante, los hugonotes. En Cévennes estalló en 1702 una insurrección de éstos contra la autoridad real, la de los camisards.

                Los hugonotes marcharon a países protestantes como Inglaterra, pero también frecuentaron otros católicos, más allá de las alternativas de la guerra de Sucesión Española. En la mercantil Cádiz se procedió en 1717 contra comerciantes franceses acusados de protestantismo. En Valencia, tierra de fuerte inmigración de la Francia meridional, la Inquisición también actuó contra los mismos.

                José Vicente Ortí consignó en su Dietario que el 5 de diciembre de 1700 se llevó a cabo un auto de fe en la iglesia del Patriarca Santo Domingo, del que fue víctima el francés de treinta y dos años Enrique Garnau. Su caso demuestra cómo ciertos postulados protestantes fueron adoptados por algunos.

                Enrique estaba casado y con hijos. Con vínculos con las órdenes de San Antonio Abad, había sido pastor en su juventud. No sabemos cuándo llegó a Valencia, pero sus ideas terminaron llamando la atención de los inquisidores.

                Manifestó que leyendo las epístolas de San Pablo cuando era pastor se le apareció el Espíritu Santo en forma de serpiente, representante de la sutileza y no de la maldad en su caso. Semejante revelación entrañó que se convirtiera en pontífice de los verdaderos creyentes, renunciando a la autoridad del Papa y del rey de Francia, y que su propia madre ocupara el lugar de la Virgen María. Según la Inquisición, intentó fundar su propia secta.

                Su contenido doctrinal se acercó parcialmente al protestantismo. Enrique deseó estudiar en Ginebra, el sancta sanctorum del calvinismo. Defendió que el matrimonio ayudaba a preservar la castidad y consideraba que todo hombre debería tener dos esposas. A Dios lo concibió en términos corpóreos y ensalzó el esplendor del sol, verdadero objeto de divinización. Negaba la Santísima Trinidad, pretendió la reforma del padrenuestro y propugnó la condición temporal del infierno, al modo del purgatorio, en las personas de cada secta purgarían sus pecados antes de subir al cielo. Señaló que las Sagradas Escrituras adolecían de contradicciones y desacató el poder de las imágenes.

                Semejantes planteamientos fueron considerados alarmantemente peligrosos por la Inquisición, al cuestionar el dogma católico. Valencia se identificaba con el catolicismo, según los propios inquisidores, y se actuó con brutalidad contra el disidente, que fue ejecutado. Hasta qué punto difundió o hubiera podido difundir sus ideas en tierras valencianas no lo sabemos, pero sí que la Era de la Razón se encontraba muy lejana aquel 5 de diciembre de 1700.