LA RECLAMACIÓN A CARLOS V DE LOS PRIVILEGIOS COMERCIALES.

30.01.2019 16:54

               

                El comercio en la Europa medieval fue condicionado por el cobro de peajes por distintas autoridades locales, que descubrieron una pingüe fuente de beneficios. Los comerciantes de las ciudades lo encontraron engorroso y lesivo, y pronto reclamaron de sus reyes privilegios de exención. Los del reino de Valencia, de su capital especialmente, no cejaron en ello e insistieron en que se les mantuvieran por sus sucesores en el trono.

                Con la llegada a los reinos hispánicos de Carlos de Habsburgo, el V emperador de tal nombre, los valencianos se encontraron dentro de un espacio mucho más amplio y complejo que el de sus antepasados. Pasado el episodio de las Germanías, las relaciones con el monarca volvieron a apaciguarse, y las reclamaciones de los valencianos fueron escuchadas en Cortes reunidas en Monzón en 1537 y en 1542. La diferencia con las convocatorias de los pasados monarcas era clara, al no sustanciarse en el mismo reino de Valencia, pero se debían de aprovechar de la mejor manera posible semejantes ocasiones.

                El crecimiento de los intercambios comerciales con el interior de la Península comportó nuevas exigencias. En 1537 protestaron sus representantes contra la pretensión de la escribanía de la bailía del reino por disponer en Liria una taula o puesto de control de las operaciones mercantiles, con reclamación de dinero. También se deseó que la ciudad de Teruel dejara de exigir el medio peaje de Albarracín para la guarda del castillo de Ródenas, una vez que los enfrentamientos entre Aragón y Castilla formaban parte del pasado.

                De manera más genérica, en 1542, se recordó a Carlos V que sus predecesores los reyes de Aragón les dispensaron franquicias tanto en las tierras ya conquistadas como a conquistar. Aunque se mencionó de manera expresa a Aragón, Cataluña y Castilla, quizá se pensara en la expansión hacia el Norte de África, a despecho del fracaso de la jornada de Argel el año anterior, e incluso en ampliar horizontes hacia las Indias.

                Los privilegios podían tener una doble dirección, a veces insospechada, pues algunos tomaron vecindad en la ciudad de Valencia con obligación de fijar su residencia principal y pagar los debidos impuestos municipales. Así conseguían las cartas de franquicia para poder pastar sus ganados. Sin embargo, acostumbraban a defraudar sus deberes y sus reses no dejaban de perjudicar al reino. Los intercambios entre los pueblos de España prosiguieron fortaleciéndose con las controversias sobre los privilegios por medio.