LA TRANSFORMACIÓN CULTURAL BAJOMEDIEVAL.

23.10.2018 16:09

                La Baja Edad Media ha sido contemplada como un tiempo de desastres, en el que la peste negra mermaba la vida y el número de las personas. El miedo dominó la existencia de las personas, y con grandes dificultades se abrió paso el espíritu del Renacimiento. Graves autores como el franciscano Eiximenis o el arcipreste de Talavera cargaron contra los defectos morales de sus coetáneos.

                Tales figuras contemplaron las cosas desde su punto de vista, el de la moral eclesiástica poco complaciente con los cambios sociales, interpretados como una degradación de la sencillez de los primeros tiempos de la Iglesia de Jesús. Los sacerdotes habían sido interpelados de forma incómoda por unos seglares con nuevas inquietudes y preguntas, pero al mismo tiempo aquéllos habían adoptado nuevos modos financieros, organizativos e intelectuales. Al final, la propia Iglesia sería acusada por parte de los mismos eclesiásticos de degeneración babilónica. Antes del tiempo de las severísimas conclusiones de Lutero, hubo otro en el que algunos eclesiásticos intentaron canalizar el cambio por los cauces del orden establecido, con la aquiescencia general de las autoridades laicas. Uno fue el San Vicente Ferrer que medió en las parcialidades, entre otros asuntos tan espinosos como los ventilados en Caspe, y otro fue Francesc Eiximenis, que a fines del siglo XIV concitó la aprobación de los munícipes valencianos.

                La populosa ciudad de Valencia, en la que florecería un brillante Siglo de Oro literario, atraía a muchas personas deseosas de mejorar su fortuna, bajo la promesa del enriquecimiento y el honor de unos pocos. Regida por un grupo de linajes con importantes seguidores en distintos estratos sociales, al modo de no pocas urbes italianas y del resto de Europa, albergaba a personas de variada procedencia y de modos de vivir muy heterogéneos a la sazón, desde el mendigo al acaudalado comerciante. Algunos lucharon por mejorar su situación, de hacer girar a su favor la rueda de la Fortuna. Al fin y al cabo, la nueva Valencia cristiana había sido erigida por personas aventureras y emprendedoras, que no retrocedían ante muchos riesgos. Los tiempos del Conquistador no quedaban tan lejos.

                ¿Estamos ante un tiempo de degradación? Más bien de transformación. A su modo, la Baja Edad Media vivió una verdadera evolución cultural con consecuencias trascendentales. Si nos fijamos en los cargos formulados por los moralistas, se puede apreciar:

                -La proliferación de abogados, cuyo acrecido número y ambiciones determinaba el alargamiento innecesario de los pleitos.

                -La afirmación de creadores literarios de contenidos cada vez más livianos, al modo de los trovadores, apartados del tono grave de los autores eclesiásticos.

                -Formulación de opiniones cada vez audaces, que ponían en cuestión lo establecido.

                -Creciente participación femenina en la vida cultural y social, muy criticada por Jaume Roig y censurada por las leyes suntuarias de la época.

                Durante la Baja Edad Media valenciana no pocas féminas participaron en animados coloquios, y con sus preferencias de moda orientaron y fortalecieron importantes sectores de la producción artesanal y del comercio. Aparecieron junto con sus amantes en obras atentas a las relaciones amorosas, sin retroceder ante lo abiertamente sexual. La cultura acrisolada en el siglo XIII (marcada por el Derecho y la reflexión) se estaba generalizando en determinados círculos, ayudada también por los idiomas nacionales. Este fue el tiempo de las Biblias valencianas, asociadas por la Inquisición con el judaísmo. El gusto por la expresión escrita, plasmada en testamentos u otros documentos notariales, se difundió entre las gentes del reino de Valencia. Con independencia de sus problemas, la Baja Edad Media fue una época de cambio cultural en tierras valencianas, especialmente en su capital, ofreciendo una imagen menos sombría de tal época.