LAS CAPITANÍAS QUE TENÍAN QUE QUEBRANTAR A LOS BANDOLEROS.

25.01.2019 17:53

                El bandolerismo castigó las tierras valencianas durante muchas décadas, al igual que otras del mundo mediterráneo. A principios del reinado de Felipe IV, III de Valencia, se quiso ponerle un valladar, algo que parecía en extremo complicado al sostenerse que aquí se cometían más delitos que en otras partes.

                En el reino valenciano no se escatimaba la aplicación del último suplicio, la pena de muerte, más que en toda Castilla según ciertos consejeros. Tal freno no detenía el bandolerismo, que según los coetáneos se explicaría más por razones de organización que sociales.

                Los justicias encargados de sentenciarlos, de elección anual, muchas veces eran remisos en cumplir sus deberes por miedo a las venganzas. Los bandoleros a veces jugaban a la pelota ante las barbas de las autoridades señoriales. Cuando se confiaba a un alguacil y a sus soldados la persecución de los bandoleros, se gastaban muchos dineros sin resultados apreciables, pues aquéllos sabían burlarlos.

                Los parientes y ordenados eclesiásticos o coronados tejían densas redes delictivas, difíciles de extirpar, en los que apenas hacían mella las amenazas de ser enviados a la guerra. Se requerían otras medidas.

                En las urbes de Orihuela, Játiva y Castellón las quejas por bandolerismo no eran tan agudas como en los espacios más rurales, y se pensó que el reino podía ser dividido en una serie de demarcaciones o partidas, a cuyo frente se dispondría un caballero de espíritu y valor, cuyo salario sería satisfecho por las localidades de aquéllas. Tales capitanías serían ejercidas trienalmente y designadas a discreción del virrey y capitán general del reino. Sus servidores serían favorecidos con la exención de las sisas o impuestos sobre el consumo, y en las casas de los caballeros capitanes se guardarían a buen recaudo los mosquetes para imponerse a los bien armados bandoleros. En las marinas, asoladas igualmente por los corsarios, se extremarían tales disposiciones.

                Tal ordenamiento parecía avanzar el de los corregimientos borbónicos del siglo XVIII, que se confiaron a militares en el caso valenciano. De hecho, se propuso introducir como útil complemento la Hermandad a uso de Castilla, postulada ya como modelo de orden público a unos valencianos no tan dóciles como a veces se ha supuesto por parte de algunos.