LOS ORÍGENES DE LA PROSPERIDAD VALENCIANA DEL SIGLO XV.

08.10.2017 20:19

                

                En 1952 el maestro Vicens Vives lanzó, muy en su línea, una sugerente hipótesis en su estudio sobre Fernando II de Aragón. La prosperidad del Siglo de Oro valenciano dimanaría en parte de la retirada de capitales y de negocios del principado de Cataluña, conmovido por las alteraciones sociales y finalmente golpeado por la guerra civil.

                En los días que corren, quizá alguien retome este planteamiento. Desde 1952, sin embargo, se ha investigado mucho y los orígenes de la prosperidad de la Valencia del siglo XV se presentan con unos caracteres más complejos y matizados.

                La dinámica social y económica de la capital no es extrapolable al resto del reino, sin más, a pesar de la indudable importancia de aquélla. Las tierras septentrionales valencianas, como las de la Orden de Montesa, perdieron empuje en relación al siglo XIV, y las meridionales de Alicante, Elche y Orihuela despegaron con mayor decisión en la segunda mitad del Cuatrocientos.

                La coyuntura, marcada por las carestías y las epidemias, dibuja una serie de etapas, que ya estudiara con competencia el estadounidense E. J. Hamilton. El reino valenciano experimentó una bajada de precios entre 1380 y 1420, para pasar hasta 1440 a su clara recuperación y animación de los negocios. La crisis se dejó sentir entre 1440 y 1445. Se enseñoreó del resto de la centuria la deflación, que fue paliada con ligeras devaluaciones. La ecuación bimetálica oro-plata, del 9´06 (inferior al resto de Europa), subrayó el sano estado de la moneda valenciana. Para Hamilton, ello explicaría el auge de la economía valenciana del XV, pero Pierre Vilar sostuvo que más bien sería la causa de otros factores humanos y productivos.

                Antes de la guerra civil catalana de 1462-72, varios coetáneos apuntaron los atractivos de la capital valenciana. El mercader florentino Amadeo Strozzi, de un renombrado linaje del mundo de los negocios, apuntó en 1440 que el mercado de Valencia ofrecía productos más baratos y variados que el de Barcelona. Ya se fijó en las atractivas naranjas, aunque el gran momento de la citricultura valenciana todavía estaba por venir.

                Los estudios de Agustín Rubio y de otros investigadores han apuntado que el impacto de la Peste Negra no fue tan extremo como en otros territorios de poblamiento más numeroso y denso, pues una parte nada despreciable del reino de Valencia todavía estaba abierto a la colonización humana tras la conquista del siglo XIII.

                Desde esta óptica, la disposición de tierras brindaba oportunidades a muchos campesinos para mejorar sus vidas, sin necesidad de colisionar con unos señores que pretendían reforzar su control para no perder rentas. No obstante, la condición de los cultivadores mudéjares ha planteado serias dudas al respecto, pues del estudio de sus condiciones legales se deduce que desde la conquista su situación empeoró a nivel general. A veces se les ha comparado con los pagesos de remença catalanes, si bien tal comparación pasa por alto importantes elementos patrimoniales y legales.

                De hecho, las comunidades mudéjares proveyeron de importantes productos, como las cotizadas pasas, al comercio de la Valencia cristiana. Sin la simbiosis económica entre las comunidades musulmana y cristiana sería impensable el desarrollo artesanal de tierras como la baronía de Cocentaina. La venta de muchos productos como el azafrán, las pasas u otros permitieron a los valencianos comprar en Castilla y Sicilia un trigo del que carecían en la cantidad necesaria. Con la animación del comercio se fomentó el crédito y la actividad económica general, perceptible en los campesinos que compraban un mulo para ganar dinero como transportistas. Cuando el animal moría, su piel era vendida y aprovechada por los curtidores de cuero, que contaban con fondos para avanzar a otros artesanos menos afortunados.

                Las naves atlánticas, desde Flandes a Portugal, frecuentaron con mayor insistencia los puertos valencianos en busca de negocio. En localidades como Alicante, bretones, vizcaínos y portugueses ganaron protagonismo público. En este ambiente, la ciudad de Valencia se convirtió en un polo de atracción de inmigrantes. El análisis de los avecinamientos del XV indica que un 78´1% de sus recién llegados procedían del resto del reino, el 16´58% de otros reinos hispánicos (como Castilla y Aragón) y el 5´32% de fuera de Hispania, especialmente de Italia. Muchos encontraron acomodo laboral en el sector secundario. En 1510 la ciudad de Valencia tenía unos 9.879 vecinos y la de Barcelona 5.749 en 1497. Zaragoza, otra de las grandes capitales de la Corona de Aragón, tenía en 1493 unos 3.230.

                De los datos ofrecidos por Gaspar Eximeno para 1489 sobre el pago de la tacha se aprecia que unas 5.000 casas del reino no la pagaron, a 10.000 se les gravó con 3 sueldos, a otros 10.000 con 4, a 5.000 con 10, a 10.000 con 20 y a 10.000 con 30. El reparto deja entrever una sociedad con grupos medios nada menospreciables para la época, algo que también ayudó a la prosperidad más allá de ciertos movimientos de capitales.