RECLAMAR LA LIBERTAD ECONÓMICA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
En el reino de Valencia, los negocios florecieron desde prácticamente su fundación, y en la Baja Edad Media se consolidó la agricultura mercantil, el comercio, la fabricación de distintos géneros y el trato financiero de los censales. Tras un siglo XVI expansivo, en líneas generales, vino un tiempo con mayores adversidades, especialmente tras la expulsión de los moriscos en 1609.
En estos problemas tuvo arte y parte la moneda de vellón, que también corrió mucho por las manos de los valencianos, agudizando la inflación. Los años que transcurrieron entre 1608 y 1617 resultaron angustiosos.
Las autoridades del reino conocían perfectamente sus orígenes, en términos del saber de la época, y pretendieron fomentar la moneda de plata de buena calidad, al mismo tiempo que limitar el interés de los censales al cinco por ciento, cuando los inversionistas prestaban dinero a los campesinos que repoblaban los lugares de moriscos del diez al catorce por ciento.
La intermediación entre unos y otros no siempre era sencilla, y para facilitarla se crearon las casas de feria, instituciones crediticias que tomaron como referencia los precios de feria a feria de la prestigiosa Medina del Campo, floreciente en pleno siglo XVI y decadente en el XVII. Con este ardid, los financieros valencianos lograron que en sus cambios o giros con Madrid se enviara cobre y se retornara en plata. Las casas de feria fueron muy útiles no solamente para los particulares, pues.
Un activo tan importante no pasó desapercibido a la monarquía, que fue estancando. En 1647, el rey lo había concedido en arrendamiento a ciertos hombres de negocios por una suma durante nueve años.
Tal proceder contrarió a muchos, que acudieron a los Electos del reino quejándose de contrafuero o vulneración de la ley. El embajador del reino José Sanz (arcediano de Alcira y canónigo de la catedral de Valencia) expuso su causa ante el Consejo de Aragón.
El estanco de las casas de feria atacaba la libertad de contratar, comprar y vender reconocida en los fueros. Era un gravamen incompatible con la exención de los naturales del reino de Valencia. Además, según Sanz, perjudicaba la salud económica.
Mucho antes de Adam Smith, ya se defendió tal principio. No sería la última vez que lo hicieran los valencianos de época foral.
Fuentes.
ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN.
Consejo de Aragón, Legajos 1357, nº 051.