RECORTES EN LA DEFENSA CONTRA LOS CORSARIOS.

13.06.2018 15:34

                Las incursiones de los corsarios norteafricanos amenazaron seriamente el litoral del reino de Valencia durante demasiados años. En el siglo XVII, una vez expulsados los moriscos (considerados en muchas ocasiones colaboradores de aquéllos), las aguas mediterráneas fueron surcadas por naves holandesas, inglesas y francesas, que se enfrentaron contra las españolas. El conflicto con estas potencias ha dejado en un segundo término historiográfico la persistencia de las acciones desde puntos como Argel. Sin embargo, las autoridades valencianas se quejaron amargamente de desembarcos en puntos poco protegidos y de apresamiento en las aguas más cercanas de embarcaciones como las procedentes de Mallorca.

                Se articuló un sistema defensivo de torres de vigilancia, capaz de dar la alerta a las fortalezas más cercanas, cuyas fuerzas ayudarían a combatir a los invasores. Para atajar tales incursiones se crearon cinco compañías de caballería, pero en 1649 los apuros financieros del reino, en un momento de gran esfuerzo militar español, condujeron a la supresión de dos de las mismas.

                La estacionada en Villajoyosa consiguió salvarse. En tres ocasiones se desplazó más allá de este punto. Para evitar el contagio epidémico que afectaba a Cartagena y Murcia, se ordenó en 1668 su presencia en el cordón sanitario establecido en el Sur del reino. Sin embargo, en 1677 se decidió trasladarla con carácter permanente a San Juan, en el espacio defensivo de la ciudad de Alicante, con gran enojo de los vecinos de Villajoyosa.

                Los agraviados escribieron memoriales al rey para que se rectificara tal decisión. Se sostuvo que gran parte del litoral del reino disponía de defensas aceptables, salvo el expuesto tramo de Villajoyosa. La compañía, capitaneada entonces por Luis Escorcia y Ladrón, cumplía una importante función al respecto, al alojarse en la villa cuando su castillo solo contaba con tres guardas y dos atajadores, harto insuficientes junto a los tres guardas de la levantina torre de Aguiló y los otros tres de la ponentina del Charco. La marcha de la compañía dejaba sin protección a los cien pescadores que faenaban desarmados, para evitar discordias, entre San Miguel y Pascua en la cercana isla de Benidorm, justo cuando las incursiones corsarias ponían en riesgo las naves y personas, y la población de la villa se derramaba extramuros, resultando muy desprotegidas las nuevas casas. Para más inri, los problemas de seguridad también existían dentro de la misma villa, ya que las parcialidades entre el linaje de los Lorca y el de los Linares hacían zozobrar la paz, aguantada con pinzas por los mismos jinetes de la compañía, cuya presencia disuadía ciertos actos. Asumir nuevos gastos defensivos al municipio realengo de Villajoyosa resultaba prohibitivo, dado su fuerte endeudamiento, una carga que no aguantaban, según su parecer, otras localidades vecinas de señorío.

                Las quejas sirvieron de poco, y la compañía permaneció por el momento en San Juan. Desde la ciudad de Alicante se arguyó que los términos de Villajoyosa eran montuosos, poco propicios a las incursiones al modo de las planicies de aquélla. La proximidad del monasterio de la Santa Faz también se invocaba como un factor de peso, aunque la posibilidad de sufragar la compañía desde la mercantil Alicante parecía más factible que desde Villajoyosa. De hecho, los electos de los estamentos suprimieron la compañía en cuestión el 15 de octubre de 1680 por la carencia de fondos. La polémica entre Villajoyosa y Alicante se prolongó durante años, pero los requeridos jinetes no volvieron a cabalgar por sus parajes.