UNA FORTALEZA DE CARLOS V.

17.06.2017 13:42

 

                La reinstauración de la autoridad real.

                El gobierno de Carlos V respetó a nivel general las peculiaridades legales del reino de Valencia, pero poniéndolas a su servicio. Eliminadas las juntas de trece de los agermanados, sus municipios volvieron a ser regidos por los prohombres.

                En Alicante el oficio de justicia fue ejercido en 1524 y 1525 por Francesc Bernat, como  ya lo había hecho en 1519, pese a que vedaban su desempeño dos años consecutivos las precedentes ordenanzas locales, aplicadas según la real conveniencia. En 1526 se aprobaron, tras revisión, los privilegios de su maestre racional, encargado de la gestión y supervisión económica. Aquel mismo año Carlos V ordenó emplazar en el castillo dos cañones de bronce de cien quintales cada uno, todo un símbolo de poder.

                Un tiempo de expansión económica.

                En 1529 la peste volvió a golpear las tierras valencianas. No obstante, la ciudad de Alicante conoció una importante recuperación. Su población pasó de 773 a 1.285 vecinos entre 1529 y 1547. La aduana rentó 3.268 sueldos en 1491 y en 1547 unos 11.000, lo que ofrece buena prueba de su vitalidad comercial.

                Sus productos de esparto y particularmente sus vinos se beneficiaron de ello. Los terrazgos se revalorizaron. En 1523 el clérigo de Santa María Pere Martínez estableció en un solar de San Juan a Jaume Gosálbez por 20 sueldos pagaderos por San Miguel. Otros cultivos, como los olivares de la partida de Benitia hacia 1542, también salieron ganando.

                El mercado del crédito se animó. El 13 de junio de 1529 se concertó un censal de 10.000 sueldos con don Ambrosio Fernando de Aragón. Tales operaciones entrañaron no pocos riesgos y en 1533 la iglesia de Santa María persiguió a los deudores de censos. No obstante, tal mecanismo para lograr dinero estaba tan arraigado que el 22 de diciembre de 1537 se buscó concertar censales por valor de 2.680 sueldos para pagar la boda de la duquesa de Florencia, hija natural del rey. A principios de enero del 38 los prestaría el comerciante Sebastián Bonorí. En 1538 prosiguieron los cargamentos de censales y el 12 de marzo se autorizó a Alicante a concertar censos por valor de 20.000 sueldos.

                Los particulares recurrieron a los censales a veces para liberar a sus familiares del cautiverio en Argel. El 15 de octubre de 1539 Isabel todavía buscaba dinero para rescatar a su nieto Perot Berenguer.

                El peligro otomano.

                El imperio de los turcos otomanos fue uno de los rivales más fuertes de Carlos V. Las actividades corsarias de los Barbarroja trasladaron uno de sus frentes de guerra al Mediterráneo Occidental. El 4 de agosto de 1533 diecisiete fustas argelinas se enfrentaron a la altura de la costa alicantina contra una flota imperial de doce fustas, cinco galeras y una nave. Las primeras abandonaron el combate al llegar a la línea de fuego de las defensas de Alicante.

                Si en 1535 fueron derrotados por las fuerzas del emperador en Túnez, en 1541 vencieron a Carlos ante Argel. La expedición se había emprendido con la estación muy avanzada y los jurados de Alicante deploraron la situación creada el 15 de noviembre del 41:

                “Hoy son arribadas dos naves maltratadas con los mástiles quebrados, la una de las galeras partió ayer de Ibiza y dicen que llegó allí un bergantín de Mallorca, el cual dijo que había llegado a Mallorca una nave, que era venida de Bugía y ha dicho cómo Su Majestad llegó a Bugía a buen salvamento y que aguardaba ahí con setenta u ochenta velas, y que espera que abonance el tiempo para venir a España.

                “Ya escribimos ayer a vuestra excelencia suplicándole mandase una comisión para el alguacil Delgadillo para que aposentase la gente, que aquí tenemos demasiada en Elche, Orihuela, Jijona, Alcoy y otros lugares del reino. Porque aquí viene tanta gente que ya no cogemos en las casas; que solamente de treinta navíos que hay salen cerca de mil hombres, pues de soldados hay más de mil quinientos. Y como vivimos de carreo, estamos en la mayor necesidad del mundo, y por tanto tornamos a suplicar a vuestra excelencia  lo mande proveer con la mayor brevedad que pueda, porque si esto se alarga, no puede sin seguirse algún inconveniente faltando a esta gente la provisión. Y no deje vuestra excelencia de proveer comisarios para las montañas que hagan bajar armas y provisiones a esta ciudad…”

                Francisco I de Francia pactó con los otomanos y en 1543 la armada de Barbarroja invernó en Tolón para atacar los dominios del emperador.

                En consecuencia, el 8 de mayo de 1544 se autorizó a Alicante a concertar censales por 2.000 ducados (unos 42.000 sueldos) para fortificarse mejor ante el peligro turco. Indiscutiblemente, se trató de una pesada carga, pero Alicante reaccionó con vigor dada su experiencia anterior y su recurso al crédito.

                De hecho, antes del desastre de Argel se estaban acometiendo en la ciudad importantes obras públicas. En 1536 se concluyó la puerta nueva que daba al actual arrabal roig, en 1538 se terminó el torreón circular de la Ampolla y en 1539 finalizó la construcción de los nuevos muros del mar y del refuerzo del portal de Elche, que comunicaba con el arrabal de San Francisco. El servidor del duque de Calabria, virrey de Valencia, Pedro de Castroverde supervisó las obras y el ingeniero Joan Cervelló las ejecutó. Se necesitaron grandes cantidades de cal y yeso, y entre 1544 y 1548 se trató de imponer su medida más exacta para evitar fraudes.

                Las murallas no se ajustaron a los avances de la arquitectura militar abaluartada, pues se alzaron cortinas de muro esbeltas protegidas por torreones de planta circular al modo anterior. En estas circunstancias, se debieron terraplenar las murallas y proteger mejor las puertas de Elche, de la Huerta y nueva, lo que dio pie a la exigencia por el virrey de 2.000 libras más en 1544 y al citado permiso de tomar prestados 2.000 ducados. Después de todo, el municipio se las compuso para desprenderse solo de mil libras.

                El honor de los prohombres y el orgullo ciudadano.

                Bajo Carlos V, los prohombres alicantinos mantuvieron sus comportamientos privativos (como los de tipo caballeresco) acatando oficialmente la autoridad real. A Pere Joan Martínez de Vera el ejercicio de la bailía le reportaba algo que iba mucho más allá de la retribución anual de 500 sueldos: influencia y prestigio, columnas vertebrales de una sociedad de honor. Los hábitos de las órdenes militares fueron muy apreciados por estas personas. El esposo de Violante Pascual, Perot Joan López de Tudela, fue caballero de la portuguesa orden de Cristo en 1544.  

                Aquella orden combinó espíritu cruzado, obediencia al rey y negocios de todo género, muy ligados al mundo de las navegaciones. No es de extrañar que el caballero Martínez de Vera, como otros de su condición, se interesara vivamente por el mercado financiero. En 1543 se hizo con los beneficios de un censal de 500 libras o 10.000 sueldos. Se asoció con los también caballeros Pere López de Ayala y Jaume Ibáñez, con la participación de sus respectivas esposas, para quedarse en propiedad otro censal de 250 libras en 1549. Presbíteros como Pere Marquina, comerciantes como Joan Palomar o notarios como Llorenç Maltés, atentos a las inversiones en préstamos, no fueron ajenos a la mentalidad pública de los caballeros.

                Los bandos o las rivalidades entre prohombres tuvieron en aquellas circunstancias un alcance superior al del círculo familiar estricto de los implicados. Matrimonios, amistades, negocios y afinidades capaces de cohesionar a veces se volvieron en contra de la misma paz comunitaria, paradójicamente. En 1542 la parcialidad de Joan Fernández y Pere Lluís Vallebrera (el señor de Agost) se las vio con la capitaneada por los Doménech y los Tárrega, que ejercieron el justiciazgo en 1528 y en 1533. Esta colisión entre renombradas familias caballerescas de Alicante obligó al virrey a recurrir a los oficios del díscolo gobernador de Orihuela Pero Maça, también complicado en los enredos de la política local. En 1543 se le tuvo que obligar a personarse en un Alicante en plena actividad de fortificación. El gobernador no quería deberes, sino la entrega de una plaza fuerte con 600 soldados profesionales para abandonar otros asuntos.

                Capeadas de la mejor manera estas dificultades, en un momento tan grave para el Mediterráneo español, el virrey concedió el 21 de mayo de 1545 la insaculación en dos bolsas de candidatos a oficios municipales, además de nuevos capítulos de arrendamientos de impuestos municipales para mejorar la recaudación de cara a la fortificación. Pese a todo, el propio Carlos V tuvo que imponer el 16 de junio de aquel año la insaculación de Pere Seva, Joan Castelló y Pere López de Ayala. El favor real también dispensó el oficio de clavario a Melchor Vallebrera el 22 de enero de 1548. A partir de 1547, los Pascual volvieron a destacar en la vida municipal.

                Estas rivalidades no impidieron el fortalecimiento del orgullo local alrededor de la institución municipal. En 1541 se abrió hacia la nueva plaza del Mar la remodelada Casa Municipal de la Sala Vieja, donde se emplazó la corte de justicia, las cárceles y el archivo. Alicante se cotizó como una buena fuente de beneficios por parte de algunos aristócratas. En 1547, con una retribución anual de 6.000 libras, la alcaidía de su fortaleza correspondió a doña Ángela Fabra y Centelles, la condesa de Faro por su matrimonio con don Sancho de Noroña, madre del señor de parte de Novelda don Fadrique de Portugal.

                Un gran puerto con “muy poco temor de armada turquesca”.

                 Hacia 1550 Alicante podía presumir de ello, con todos los matices. La riqueza de su contribución territorial y de su Huerta fue de gran ayuda. El 25 de agosto de 1551 Alicante logró una sentencia favorable en su pleito con el barón de Castalla por la provisión de aguas. El mercado del agua vivía una gran animación. Joan Carratalá de San Juan vendió con provecho medio hilo de agua de la acequia mayor a Joan Berenguer.

                En 1550 se alcanzó la concordia entre Castilla y Valencia sobre los derechos comerciales. Los de los productos castellanos que circulaban por el puerto de Alicante se redujeron a la mitad. El 18 de octubre de 1552 se autorizó a que los comerciantes que compraran pescado aportaran vituallas necesarias a la ciudad.

                Con este movimiento, la Diputación del General de Valencia acordó el 20 de octubre de 1556 con los grandes comerciantes de lanas la imposición en Alicante de un sueldo y seis dineros por cada saca de más de ocho arrobas exportada y de tres dineros por la de menos de ocho. Aquel año partieron desde su puerto con dirección a Italia unas 94.170 arrobas de lana, de las que los genoveses controlaban el 47´9% de su valor, los aragoneses el 30% y los castellanos el 21´9%.

                Los incentivos fiscales pretendieron mejorar la recaudación y combatir en la medida de lo posible el contrabando. A 27 de octubre de 1556 la justicia dio la razón al arrendador de la sisa municipal de la mercadería. Bajo Carlos V, a despecho de todos los problemas, Alicante logró hacerse más visible en el mapa de las grandes rutas mediterráneas.

 

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