UNA MADRE CORAJE MEDIEVAL.

21.04.2019 13:31

                En 1357 acudió ante la corte de justicia de Alcoy una mujer viuda, doña Teresa. Su difunto esposo era Andreu Muntaner, un hombre del que apenas sabemos gran cosa. Ella fue considerada habitadora, y no vecina, de Penáguila, cuyo castillo había ordenado fortalecer el rey don Pedro en 1338. Las hostilidades con la Castilla de Pedro I se habían roto el año anterior, pero a Teresa las dificultades del tiempo no la arredraron. Sus motivos eran poderosos.

                Había perdido tres años y medio atrás a su joven hijo de apenas trece años, Aparici, cuando iba por el camino real de Murla a Penáguila, en teoría protegido por la seguridad brindada por la autoridad del monarca, algo que en realidad demostró ser ilusorio.

                Acusó Teresa con firmeza a varios musulmanes de la Vall de Seta de haberlo cautivado, dirigidos por Alí Alcadi, presentado como un verdadero patriarca, ayudado por sus hijos y algunos correligionarios del valle. Por aquel entonces, el cautiverio de cristianos y musulmanes en tierras valencianas estaba a la orden del día, pues la carencia de personas se dejaba sentir pesadamente tras la gran epidemia de 1348.

                Un varón joven era bien retribuido por los mercaderes de esclavos, entre otras razones porque apresar a un súbdito del rey de Aragón tenía importantes riesgos. Los mudéjares de Seta se arriesgaban a incurrir en la ira regia y los compradores granadinos a exponer a su emir a represalias. Según la misma Teresa, habían ido trasladando de casa a su hijo para burlar a los perseguidores, antes de conducirlo a una Granada experimentada en las incursiones y captura de personas.

                Doña Teresa demostró ser una mujer de coraje, que llegó a saber que dos de los hijos de Alí Alcadi se habían trasladado a Anna, entonces una alquería de Pedro de Vilanova, y otro a la misma Granada. No tuvo miedo de denunciarlo ante una corte en la que no necesitó de procurador o representante para defender su causa. Según ella, el mismo diablo había movido a los raptores.

                Se encomendó a la investigación judicial o inquisición de la corte, cuyo resultado final no conocemos. Sin embargo, sí sabemos del recio carácter de Teresa.