¿FUE TAN POPULAR ENTRE LOS VALENCIANOS LA EMPRESA MEDITERRÁNEA ARAGONESA?

03.10.2015 20:26

                Algunos autores se han complacido en mostrar como una de las glorias de la Corona de Aragón su expansión mediterránea, una especie de sucedáneo literario de las conquistas imperialistas que no pudieron vivir los seguidores de la Renaixença, ciudadanos de una España cada vez más marginada en el escenario internacional. Los almogávares ejemplificaban el carácter indómito de los hombres de Cataluña, Valencia o Aragón, sin atender a muchos detalles.

                Cuando nuestra historiografía incorporó las nociones de la dialéctica de la lucha de clases, se defendió que el imperio mediterráneo fue una proyección de la emprendedora burguesía catalana, colaboradora de la monarquía, lo que encendió las iras de autores que escribían desde Valencia, Aragón o las Baleares y que se sentían menospreciados.

                Lo cierto es que al final la cuestión se ha ido alejando del estudio más atento de nuestra rica documentación cancilleresca y municipal, con la consecuencia de forzar en exceso la Crónica de Muntaner.

                Es recomendable diferenciar etapas entre finales del siglo XIII y del XV, por ejemplo, y a la altura de 1378 el imperio mediterráneo de Aragón no era precisamente una pera en dulce. El reino de Sicilia se encontraba regido por una rama de la Casa de Aragón sin formar parte de la Corona en sí. Entre 1341 y 1377 Federico III, hijo de Pedro II, rigió Sicilia, a la que estaban incorporados los famosos ducados de Atenas y Neopatria, que no pasarían a la Corona aragonesa hasta 1380. Federico III era el cuñado de Pedro IV de Aragón, que a su muerte trataría de aprovechar la situación. La sucesora de aquél, su hija María, sería conducida a Barcelona en 1379 y en 1391 se casaría con Martín el Joven.

                En la isla de Cerdeña los problemas no eran menores precisamente. El juez de Arborea Hugo III se oponía con éxito a Pedro IV de Aragón. Sus contrarios entre la nobleza, que animaron a la rebelión al pueblo, no apostaron por el monarca aragonés en 1383, sino por un gobierno de corte republicano.

                La Corona de Aragón había combatido duramente contra Génova y Castilla, en un tiempo en el que la epidemia de peste negra hacía de las suyas. En el reincorporado reino de Mallorca, entre 1343 y 1349, la situación social y económica también resultaba preocupante.

                En suma, el supuesto imperio era en 1378 un cúmulo de pretensiones, honores de algunos señores aragoneses y ciertos privilegios comerciales que se tenían que defender o lograr con gran esfuerzo.

                El 13 de octubre de aquel año el infante don Martín, lugarteniente de su padre Pedro IV en el reino de Valencia, se dirigió a la ciudad de Játiva. Su carta llegó desde la de Valencia el 16 del mismo mes y contenía una terminante petición de dinero.

                Játiva debía de concederle un don de 1.500 florines para que el rey pudiera hacer el pasaje de Sicilia y someter Cerdeña. Moderada la tensión fronteriza con Castilla desde 1375, Pedro IV pensaba aprovechar la ocasión del fallecimiento de su cuñado Federico III para sentar sus reales. Játiva debía enviar al menos dos representantes para tratar el asunto según el gusto de la corona.

                La cuarta esposa del monarca, Sibila de Fortià, realizó peticiones similares en sus dominios, difiriendo muy poco de su hijastro Martín, con el que se enemistaría por la sucesión. Sin embargo, los setabenses no se mostraron complacientes. Sus síndicos y mensajeros Rodrigo de Borja y el sabio en Derecho Bernat d´Almenar defenderían ante el infante la justicia, consistente en atender la demanda a través de una reunión de todos los brazos o estamentos del reino. Y no a título particular.

                Al final se optó por una estratagema más obstruccionista que abiertamente contraria en una Játiva dividida en bandos. Solicitaron acudir a Valencia para Todos los Santos, pero al final aguardaron a que el rey don Pedro marchara de la ciudad, según testimonio del gobernador Bernat de Bonastre y el consejero regio Francesc Marrades.

                El 7 de noviembre el infante envió desde Segorbe una amenazadora carta, que no se leyó en consejo en Játiva hasta el 6 de diciembre. Los setabenses debían pagar el don si no querían ser embargados. Decididamente la causa mediterránea no era muy popular entre unas gentes empobrecidas y hartas de exigencias.

                Fuentes: Alfred BOLUDA PERUCHO, Els manuals de consells medievals de Xàtiva (1376-1380), Diputación Provincial de Valencia, 1999, pp. 50-51 y 54-55.