¿PUDO VALENCIA SER CORTE DEL REY DE ESPAÑA?

02.09.2016 19:27

                

                El reino de Valencia, como otros territorios de la Corona de Aragón, tuvo una capital, un cap i casal, desde su fundación por Jaime I, lo que a veces ocasionó importantes roces con otros municipios valencianos que discutían aspectos de su prelación. Con independencia de la residencia del monarca y de su corte a lo largo de los años, nunca se cuestionó el emplazamiento de la capitalidad del reino de los valencianos.

                En la Corona de Castilla varias ciudades podían haberse alzado con la capitalidad. Burgos se proclamaba cabeza de Castilla, Toledo reclamaba su prestigioso pasado visigodo y ponía en juego su riqueza, la pañera Segovia fue objeto de predilección por monarcas como Enrique IV y Valladolid terminó siendo sede de la chancillería real. Allí vino al mundo Felipe II, que asentaría la corte de su extensa Monarquía en la villa de Madrid en 1561.

                Cuando incorporó el reino de Portugal a sus dominios algunos le sugirieron que la trasladara a Lisboa. Bajo su sucesor, Valladolid se convertiría fugazmente en sede de la corte entre 1601 y 1606.

                En enero de 1664 se volvió a plantear el tema, aunque con mayor timidez. Lo conocemos a través de la correspondencia entre Hipólito Vidal Abarca y el duque de Gandía y marqués de Llombai, don Francisco Diego de Borja Centelles, custodiada en el fondo Osuna de la Sección de la Nobleza del Archivo Histórico Nacional.

                Un agotado Felipe IV, muy afectado por los graves problemas de su imperio, padecía importantes achaques. La guerra de Portugal presentaba tonos muy desfavorables para su causa. En los ambientes cortesanos se habló de trasladar la corte a tierras más templadas y con el aire más grueso, según el saber médico coetáneo, para que se restableciera.

                Se barajaron las tierras del reino de Aragón, que el monarca conocía de sus salidas durante la guerra de Cataluña, además de dos grandes metrópolis. Sevilla y Valencia.

                Tanto la una como la otra tenían grandes atractivos, pese a haber padecido notables dificultades a mediados del siglo XVII. Tanto el duque de Gandía como su interlocutor, buenos conocedores de los entresijos de la monarquía polisinodial, consideraron el traslado harto difícil. De haberse verificado el cambio en una ciudad como Valencia no cabe la menor duda que hubiera sido formidable. Queda en los dominios de la historia contrafáctica cómo hubiera sido la evolución histórica.