1386, UN REINO A PUNTO DE ESTALLAR.

19.04.2017 13:03

 

                A comienzos de 1386 las aguas bajaron revueltas en muchas comarcas del reino de Valencia. Las dificultades de aquellos tiempos en lo económico y en lo social persistían. Las incursiones desde la Granada nazarí con relativa frecuencia sobrepasaron las tierras del castellano reino de Murcia y se adentraron en territorio valenciano, donde se ubicaron importantes aljamas mudéjares, como las del valle del Vinalopó o las de la franja montañosa desde Biar a Denia.

                Las acusaciones de complicidad con los granadinos amargaron la vida a los mudéjares, especialmente en los momentos más equívocos.

                Un grupo de cristianos fue atacado en la fuente del Emperador, cercana a una de las grandes confluencias de caminos del reino. Cuando los cristianos de la vecina Biar tuvieron noticia de lo sucedido, pronunciaron ellos mismos el veredicto: los culpables eran los mudéjares de Elda.

                Según los usos de la época, pusieron en pie de guerra su hueste vecinal y recibieron la ayuda de las de otros municipios cercanos, como los valencianos de Onteniente y Bocairente y los castellanos de Villena y Sax.

                Los mudéjares eldenses se acogieron a la protección de la barbacana del castillo local. Eran vasallos de la reina de Aragón, la cuarta esposa de Pedro IV, también señora de la baronía de Cocentaina, de población mixta.

                El procurador Bernat Guillem alzó allí una fuerza armada para acudir en auxilio de los de Elda. En la hueste participaron tanto musulmanes como cristianos.

                Los de Biar estaban atentos a sus movimientos y lograron emboscarlos. Dieron muerte a treinta mudéjares y tomaron bienes y bestias de carga. A dos de los mudéjares que fueron a Alcoy a comprar pan también los mataron.

                Este desastre, unido al pésimo clima de coexistencia que se experimentaba en el reino, se tradujo en una merma de los ingresos señoriales de la reina en Cocentaina. El 27 de febrero de 1386, días después de lo acontecido, se recibieron noticias en la Corte de alborotos contra la morería de Játiva.

                El anciano rey don Pedro, a un poco menos de un año de su fallecimiento, tuvo un margen de maniobra muy estrecho. Acogió la denuncia y ordenar investigar el delito, tanto por respeto a su autoridad como a la de la reina, pero no pudo ir mucho más allá en un volcánico reino de Valencia, devorado por tensiones internas.