ALICANTE ANTE EL PELIGRO BENIMERÍN.

10.04.2015 16:26

 

                Las costas valencianas, hoy destino turístico de tantas personas, estuvieron expuestas durante varios siglos a las incursiones de los enemigos musulmanes.

                Algunos puntos fuertes como Alicante, de rotundo castillo roquedo al borde el mar, sirvieron de escudo en la medida de lo posible contra los atacantes.

                En 1337 el litoral alicantino, como el del resto del reino, carecía todavía de una red de torres de vigilancia y de guardias que previnieran con rapidez de la posibilidad de un ataque. Su posterior puesta en marcha resultó costosa para las arcas municipales y de la Generalitat valenciana.

                Precisamente en 1337 descargaron los benimerines su fuerza contra Alicante.

                El imperio benimerín se había forjado desde mediados del siglo XIII en lucha contra los almohades. Sus ambiciones territoriales fueron desde el Norte de África a la Península Ibérica, donde trató de satelizar al emirato de Granada.

                Desde Granada podía entrar en contacto con mayor comodidad con las comunidades mudéjares del reino de Valencia, intentando atraérselas a su causa. Las autoridades de la corona de Aragón encontraron serios motivos de preocupación.

                En el otoño de 1337 los benimerines vivían un tiempo de expansión conquistadora y su flota se abalanzó contra Alicante. Ni la entonces villa ni su fuerte castillo fueron atacados, pero sí su huerta. Algunos de los habitantes de su término cayeron en el cautiverio.

                Además de saquear se hizo una demostración de fuerza en toda regla. En esta misma expedición los benimerines también hicieron de las suyas en Benisa.

                Pedro IV no lo consideró precisamente anecdótico y juzgó que un enorme peligro se cernía sobre los reinos hispanocristianos. En abril de 1339 informó al Papa del paso a la Península de ocho a diez mil jinetes benimerines, que se unirían con los cuatro mil ya prestos en Granada.

                Al final Aragón, Castilla y Portugal depusieron temporalmente sus rencillas y se unieron frente al peligro común. El rey de Mallorca auxilió a su cuñado el de Aragón, que envió a su viejo enemigo don Pedro de Jérica a poner orden en la frontera valenciana en julio de 1340.

                En septiembre de 1340 las huestes castellanas y portuguesas vencieron a los benimerines en la batalla del Salado. Supuso una gran victoria y un enorme respiro, aunque Alicante tuvo que plantar cara al peligro en muchas ocasiones posteriores.

                Fuente:

                BENDICHO, Vicente, Chrónica de la Muy Ilustre, Noble y Leal ciudad de Alicante. Edición de María Luisa Cabanes, Alicante, 1991.

                FERRER, Maria Teresa, La frontera amb l´Islam en el segle XIV. Cristians i sarraïns al País Valencià, Barcelona, 1988.