ALZAR MURALLAS EN TIEMPOS DE CRISIS.

01.03.2016 10:25

                

                El reino de Valencia ha sido el de las ciudades, algunas de enorme tradición histórica. Sus vecinos y habitantes no las consideraron simplemente como un simple lugar para vivir, pues se implicaban en su gobierno y se identificaban con ellas. El alzado de sus defensas tenía implicaciones que iban mucho más allá de lo militar.

                A mediados del siglo XIV la red urbana del reino parecía consolidada tras una intensa tarea repobladora desde hacía más de un siglo en algunos casos. Una serie de núcleos ciudadanos anclaban el poblamiento en muchas áreas valencianas en forma de una trama más o menos tupida de alquerías y pequeños lugares. Sus torres y murallas dieron buena cuenta de su orgullo y de su pretensión de plantar cara a sus rivales en vísperas de la gran guerra contra las huestes de Pedro I el Cruel.

                En 1358 inicio Domènec Zoroball la construcción del nuevo recinto amurallado de Morella, que todavía se conserva en gran medida. Sería un referente para la arquitectura militar del reino valenciano.

                Otros ejemplos de la época fueron la muralla con puertas de acceso y torreones de Segorbe, el recinto y el castillo de Jérica, las murallas de Catí, el refuerzo con torres cilíndricas del castillo de Onda, el recinto y el castillo de Borriol, las murallas y las torres de Benasal, parte del castillo de Murviedro (la actual Sagunto), el castillo prioral de Montesa, la reconstrucción de las veteranas murallas de Alcira, la del castillo de Játiva y el fortalecimiento de las murallas de Cocentaina, además de las obras emprendidas en la propia ciudad de Valencia, cuyo ejemplo más acabado serían las famosas torres de Serranos.

                De estilo gótico, y no siempre fáciles de datar sus pormenores constructivos, se ha postulado como obra modélica de tal despliegue arquitectónico la Puerta Real del monasterio de Poblet.

                El alzado o la consolidación de las murallas, resguardadas con sus fosos o ríos cercanos, dejaban a muchos núcleos en una situación insular. Se tuvieron que construir en consecuencia varios puentes, como el de Serranos de nueve arcos apuntados y el de la Trinidad de dos en la capital del reino o el de San Gregorio y el de San Bernardo en Alcira.

                Muchas de estas obras se sufragaron con la imposición de tributos indirectos, las sisas, cuya administración se concretaría en la formación de la Fábrica de Muros y Fosos (Murs i Valls) de la ciudad de Valencia en 1406. La realización de tales obras en tiempos críticos ha llevado a distintas conclusiones. Las dificultades bajomedievales, aunque graves, serían más selectivas de lo que se había supuesto y en las ciudades encontraron refugio no pocos campesinos. Los hombres de negocios coetáneos dispusieron de una fuerza laboral apreciable. Al mismo tiempo la inversión en obras de arte permitiría tesaurizar su riqueza y el alzado de nuevas murallas demostrar su autoridad en las urbes del gótico, en cuyo callejero se trataban de borrar los vestigios de época islámica.