ANGLO-AMERICANOS EN ALICANTE. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Los fundadores de Estados Unidos creyeron con firmeza que el comercio vigorizaría su joven República y pacificaría la turbulenta escena internacional, entregándole el cetro sobre las demás naciones. Con un vasto imperio del Mediterráneo Occidental a las Filipinas, España no les pasó desapercibida.
Bajo Carlos III alcanzó su cénit la España del XVIII. El monopolio gaditano (antes sevillano) del comercio indiano cedió poco a poco terreno a la posibilidad del tráfico desde más puertos peninsulares para acrecer los negocios particulares y paralelamente los caudales del Estado. El 12 de octubre de 1778 se habilitó el puerto de Alicante para comerciar directamente con las Indias. En 1779 Alicante consiguió un buque de registro con destino a Veracruz, el gran puerto del Virreinato de la Nueva España. La concesión del Consulado en 1785 confirmó nuestra posición en el tráfico con las Américas, disgustando a los mercaderes de Valencia. Se ha relativizado el alcance real de tales concesiones, al no satisfacerse las aspiraciones deseadas por la apuntada animadversión valenciana, la carencia de medios financieros locales, la fuerza del comercio indirecto indiano con escala en los puertos andaluces, y el estado de guerra con Gran Bretaña durante demasiados años. De todos modos la medida vino a reconocer el auge alicantino. En 1799 nuestra ciudad se erigió en una de las plazas mercantiles dotadas de Caja de consolidación de los vales reales o títulos de deuda pública con circulación fiduciaria. En 1819, con un imperio ultramarino a punto de derrumbarse, todavía la Casa de Comercio Raggio hermanos pidió cargar mercancías en un buque extranjero con destino a las Américas.
A los lazos alicantinos con el Nuevo Mundo no resultaron ajenos los navegantes y comerciantes estadounidenses o angloamericanos, según denominación de la época. En 1788, el siguiente año de la proclamación de su Constitución, tres bergantines de la naciente República fondearon en Alicante. A partir de esta fecha la progresión se consolidó, y los trece buques de 1796 se convirtieron en cuarenta y cuatro en 1803. Gran Bretaña era la gran rival en los océanos de España, que no tuvo más remedio que aceptar a regañadientes la alianza con la Francia revolucionaria y napoleónica (de nefastas consecuencias) y su comercio en buques con pabellón neutral en 1797, altamente provechoso para unos Estados Unidos ansiosos de acceder a la América hispánica y al Mediterráneo. Se ha cuantificado que entre 1792 y 1827 sus exportaciones a la España peninsular pasaron de 1´7 a 7´5 millones de reales, mientras sus importaciones netas descendieron sintomáticamente de 18´8 a 4 millones. En comparación con las cifras británicas y francesas estos números resultan modestos, pero acreditan el empuje de una nación que atacó en 1804 por vez primera Trípoli, se aprestó en 1808 a un hipotético conflicto con Napoleón y libró una cruenta guerra contra el Reino Unido entre 1812 y 1815 por imperativos mercantiles.
Desde los puertos de Boston, Newport y Rhode Island navegaban las naves cargadas con el pan del mar de muchos alicantinos, el bacalao del banco de Terranova, cuya explotación pesquera suscitaba agrios litigios entre la diplomacia española y angloamericana, comparables a los ocasionados acerca de la navegación comercial por el Misisipi. La harina de Filadelfia se vendía en el comercial arrabal de San Francisco.
El origen de los angloamericanos radicados en Alicante procedió de los antiguos súbditos de S. M. Británica que acataron a la flamante República. No olvidemos que su guerra de independencia tuvo mucho de civil, al igual que en otros conflictos de emancipación de un país de su respectiva metrópoli. Encarnaron a la perfección este paradigma los hermanos Robert y John Montgomery, de orígenes irlandeses, acogidos en su juventud en Boston y establecidos finalmente en la Terreta, haciendo fortuna en la década de 1780 con la exportación de barrilla y sosa. Entre 1793 y 1825 Robert fue el cónsul de Estados Unidos en Alicante, lo que no resultó óbice para sufrir el impago de una letra girada a nombre de los comerciantes domiciliados en Irlanda John y Robert Ogle. Reclamó trabajosamente la cantidad adeudada ante nuestro Consulado y el Supremo Consejo de Guerra a lo largo de 1794. En 1797 disfrutaba junto a Juan Bautista Vassallo de las mayores reservas de grano de Alicante en sus almacenes, forzando el alza del precio del cahíz de trigo ante las restricciones de exportación. Su sobrino fue el hispanista George Washington Montgomery (de sonoro y significativo nombre), gran admirador del autor romántico Washington Irving. Ya se ve que la presencia estadounidense en Alicante es de las más madrugadoras de España y la Europa continental, muy anterior a los grandes movimientos de tropas de las guerras mundiales del siglo XX.
Fuentes.
ARCHIVO GENERAL DE INDIAS.
Sección de Estado, 14 (N. 44) y 19 (N. 128 y 142).
ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL.
FC-Ministerio de Hacienda, 1245, Expediente 105.