ANTES A GALERAS QUE PAGAR RESCATE. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La pugna entre Carlos V y los otomanos fue enconada. En la década de 1540, las fuerzas de Argel se mostraron desafiantes, y en el reino de Valencia se temió que pudieran alentar una gran insurrección de los moriscos. No pocos de aquellos conversos a la fuerza escaparon al África del Norte, donde pudieron encontrar una vida más acorde con sus creencias.
Con todo, el éxodo morisco inquietó a las autoridades valencianas, que temieron tanto el descenso de las rentas como el acrecentamiento de las fuerzas de los enemigos. No era la primera vez que en la Historia del reino de Valencia se había planteado tal preocupación.
En 1547 se dictó una pragmática en el reino para atemorizar a los moriscos. Para evitar que marcharan allende de la mar, se determinó que no pudieran cambiar su lugar de residencia desde el interior al litoral, bajo pena de cautiverio.
Al poco, los representantes de los brazos en Cortes se quejaron que muchos habían sido cautivados, forzando a sus familiares a rescatarlos, sin atajarse la marcha morisca a ultramar. Se satisfizo con dinero o ropas tales liberaciones.
Los pagos de rescate terminaron perjudicando a los señores de vasallos moriscos, siempre atentos a su erario, por lo que se solicitó que se penalizara a título individual y corporal, según la gravedad de la infracción, sin tocar nada de su riqueza.
Carlos V aceptó la pena corporal, incluyendo la de muerte, o la de galera sin posibilidad de redención, aunque él mismo se reservara la gracia de liberarlos. Frente a los moriscos, todos trataron de hacer presente su poder e intereses.
Fuentes.
Furs de València. Extravagants, II, V. XI. Edición de Germà Colón y Vicent Garcia Edo, Barcelona, 2007.