BANDOLEROS VALENCIANOS HACIA ITALIA.

22.09.2015 11:25

                Las luchas entre parcialidades o bandos, alentadoras del bandolerismo, castigaron despiadadamente la vida pública valenciana durante demasiadas décadas.

                Los motivos para participar en los bandos resultaron muy variopintas, pues abarcaron desde el deseo de escapar de la miseria doméstica al seguimiento de la causa familiar o de un señor. El honor o la consideración pública individual se consideraba sagrado y por mantenerlo se emprendían luchas interminables por razones inicialmente insignificantes.

                Durante el siglo XVII las autoridades reales no acertaron en años en la erradicación del bandolerismo, pese a que las limitaciones de posesión de armas y la expulsión de los moriscos habían circunscrito el fenómeno. En tales circunstancias, se pensó en un remedio que ya databa del siglo XIV, cuando ciertos caballeros levantiscos recibieron la oportunidad de purgar sus culpas sirviendo al rey en la peligrosa Cerdeña, el del indulto luchando por la monarquía.

                En el fondo esta clase de indultos no dejaban de ser condenas de destierro con la posibilidad de morir en cualquier momento. No pocos bandoleros se resistieron a aceptarlos.

                

                El 31 de marzo de 1679 el Consejo de Aragón se dirigió al arzobispo de Valencia, calve en estos tratos, para que aumentara de 200 a 400 los hombres que iban a servir militarmente en el Milanesado, amenazado por los franceses, a fin de incluir también a bandoleros.

                De todas estas tropas sólo los 100 hombres del capitán don Vicente Soler no eran bandoleros y yacían hambrientos en Alicante a la espera de su embarque a Italia.

                A la hora de organizar a los bandoleros dentro de las fuerzas reales se pensó en la formación de dos compañías, una por cada bando para evitar los conflictos y conservar su cohesión en el combate. Cada compañía, por ende, escogería sus propios capitanes, casi siguiendo el uso de los almogávares.

                No obstante, las autoridades reales corrieron con los dispendios de equipamiento y movilización de los nuevos soldados del rey según lo acostumbrado en la ciudad de Valencia, centro de financiación por distintas vías del rey. El gasto por cada soldado con tahalí y espada se desgranaba de esta manera:

                -Dispendio de vestido con tahalí y espada, incluido el sombrero chambergo (asociado popularmente más tarde al de los mosqueteros): 143 reales.

                -Ayuda de costa: 9 reales.

                -Socorro por los dos meses transcurridos en levantar los 400 soldados: 120.

                -Flete de la nave de Valencia a Milán: 40 reales.

                -Abastecimientos de 20 días: 40 reales.

                -Portes de abastecimiento: 6 reales.

                La suma total de dinero por los 400 soldados alcanzaba los 143.200 reales, sin considerar otros imprevistos. Con aquella cantidad se podía haber comprado trigo para una población de unos 4.000 habitantes durante un año de dificultades agrarias. Como puede comprobarse sólo se trataba de enviarlos a Milán, donde sus autoridades se encargarían de otros dispendios una vez que entraran en servicio activo. Hacer justicia no fue precisamente barato.

                Fuente: Archivo de la Corona de Aragón, Consejo de Aragón, Legajos, 0564, nº. 022.