CARENCIAS Y RETICENCIAS ASISTENCIALES EN EL ALICANTE DEL SIGLO XVII.

06.08.2015 12:51

                En el siglo XVII la crisis golpeó duramente a muchas personas, para variar, que quedaron sin recursos para afrontar sus vidas. En las ciudades el problema de empobrecimiento y marginación podía conducir con facilidad a alteraciones del orden público, muy temidas por las oligarquías locales y las autoridades reales, a veces cómplices, a veces rivales. Se hacía necesario mantener o crear hospicios para menores y hospitales para albergar temporalmente a los pobres y enfermos en un tiempo de gran riesgo epidémico.

                La ciudad de Alicante se había convertido en el siglo XVII en una importante plaza mercantil con todo lo que ello suponía. Los problemas asistenciales deberían de resolverse lo mejor posible, pero a veces alzaron considerables reticencias ciertas soluciones. La necesidad de dinero añadió su parte de dificultad.

                En 1652 se solicitó la aprobación municipal para el Hospital de San Juan de Dios, que estaría a cargo de los Hermanos de la misma advocación. Pronto empezarían a llover lo problemas del mantenimiento económico. Para solventarlos se pidió en 1655 el dinero devengado por los derechos portuarios del tiraje y el barcaje.

                Los fondos no dieron los resultados apetecidos, cuando se llegaron a cobrar, y en 1678 sus religiosos reclamaron el cobro de los boletines de sanidad para el reparo de su iglesia. Al año siguiente invocaron que se les perdonara sus multas por amortizar sin permiso bienes realengos, lo que acredita la importancia de ciertas donaciones particulares.

                Pese a todo, todavía coleaba en 1681 la cuestión de la reedificación de su iglesia, pidiéndose que el municipio se hiciera cargo de sus dispendios, lo que vuelve a sugerir el patronato municipal. El salario de su médico también dio problemas en 1682.

                Paralelamente hubo polémica alrededor del hospicio. En 1685 el gobernador de Alicante se opuso a su fundación por los franciscanos descalzos al perjudicar a las demás órdenes establecidas en la ciudad a la hora de participar en el reparto de limosnas y favores. Se sostuvo que en Vinaroz el hospicio se transformó en convento y lo mismo acontecería en Alicante, donde los cinco miembros iniciales aumentarían hasta cuarenta bajo la excusa de estar de paso, en un tiempo en que algunos conventos de la ciudad disponían de menos de 40 ducados de renta. Como se ve a veces la asistencia a los necesitados es lo que menos ha importado.

                Fuente: Archivo de la Corona de Aragón, Consejo de Aragón, Legajo 0555.