CISMA EN LA ORDEN DE MONTESA (1409-11).

22.10.2015 18:23

                A la muerte en San Mateo el 8 de marzo de 1409 de fray Berenguer Marco, el primer maestre que llevó el título de maestre de Montesa, de la caballería de Calatrava, de la orden del Císter y de la caballería de San Jorge por bula papal, se produjo la división entre los frailes conventuales de la orden de Nuestra Señora de Montesa, fundada en 1316 tras la disolución de la del Temple. Era la gran orden militar del reino de Valencia.

                Una parte de ellos siguió el partido de fray Nicolás de Próxida, cuya elección contestaron con vigor sus rivales, que acudieron al Papa Benedicto XIII, el famoso Papa Luna que tuvo que abandonar Aviñón en tiempos del Cisma de la Iglesia de Occidente para refugiarse finalmente en Peñíscola. Este Pontífice nombró a fray Ramón Alamany de Cervelló, comendador de Alcañiz y de la orden de Calatrava.

                Las aguas no se aquietaron tras esta elección y el cisma también se apoderó de la orden de Montesa en los días del Gran Cisma.

                Al final la mayor parte de los frailes terminaron aviniéndose a un compromiso de acuerdo. Todas las pretensiones se dirigieron para su resolución al prior mayor de la Gran Cartuja, fray Bonifacio Ferrer, el hermano de San Vicente.

                Fray Bonifacio actuó como un juez compromisario. Tras escuchar a todas las partes, sentenció el 12 de febrero de 1410. Ninguno de los dos electos tenía derecho al maestrazgo. Benedicto XIII, entonces en Perpiñán, mandó un vicario para regir la orden hasta que se escogiera canónicamente un maestre.

                El rey de Aragón Martín I el Humano aprovechó la ocasión para aupar a su predilecto con la colaboración del Papa Luna y de parte de la orden de Montesa. El escogido fue su almirante de la armada destinada a la díscola Cerdeña, fray Romeu de Corbera, escogido el 10 de octubre de 1411.

                La política irrumpió en las instituciones eclesiásticas una vez más.

                Fuentes: Libro tercero de la Crónica de la ínclita y coronada ciudad de Valencia y de su reino de Martí de Viciana. Edición de Joan Iborra, Valencia, 2002, pp. 135-137.