COCENTAINA, LA LOCALIDAD COMERCIAL DE LAS MONTAÑAS.

01.11.2015 11:06

                Entre los siglos XIV y XV la villa y baronía de Cocentaina constituyó un estratégico enclave comercial en el reino de Valencia, en el que se cruzaron las rutas que enlazaban Orihuela y Valencia y Biar y Gandía.

                Tras la guerra contra la Castilla de Pedro I, las autoridades reales se encontraron con las arcas muy comprometidas por las deudas. Los municipios, fueran de realengo o de señorío, habían cargado pesadamente con el compromiso de la guerra y su situación también alcanzó un punto crítico.

                Ciertamente Cocentaina no había tenido que afrontar un asedio enemigo como Valencia, Orihuela o Alicante, resultando tomadas las dos últimas, pero los gastos habían sido importantes y las cabalgadas enemigas habían llegado a sus términos. Se quemaron cosechas y se arruinaron almazaras. En 1366 las posiciones de Pedro I de Castilla se derrumbaron en el reino de Valencia ante la entrada en escena de las fuerzas de su hermanastro Enrique de Trastámara, apoyado por Pedro IV de Aragón. Las incursiones de los granadinos, más o menos secundadas por ciertos grupos mudéjares, llegaron a Cocentaina en 1385, prolongando el ambiente de inseguridad militar.

                

                Restablecer la fuerza de las murallas y preservarlas en buen estado no fue precisamente barato y entre 1376 y 1386 el rey autorizó al municipio contestano a cobrar un impuesto indirecto sobre los productos de primera necesidad, las sisas, de las que no escaparon los forasteros de la baronía.

                En un tiempo depresivo como el de la Baja Edad Media, tan marcado por los brotes epidémicos de la peste, una fiscalidad más rigurosa sobre el consumo hubiera causado en teoría un colapso mayor de la economía. Se hubiera entrado fatalmente en un círculo vicioso.

                De todos modos, los contestanos supieron responder con decisión a las dificultades. La animación de la viticultura, especialmente alrededor de los terrenos vinculados al alcázar señorial, potenció una cierta especialización, junto a la oleicultura, de gran importancia en el anudamiento de relaciones mercantiles más estrechas con otras áreas, como las castellanas especialmente productoras de trigo.

                Con este incentivo florecieron las transacciones enfitéuticas del usufructo de tierras de labranza, en las que también tuvieron interés los caballeros y los prohombres locales. Las compras de trigo, tan necesarias en tiempos de escasas cosechas, pusieron en pie a comienzos del siglo XV un almudín o institución municipal encargada de adquirir, conservar y prestar el grano necesario a consumidores y labradores en los malos años, lo que también contribuyó a impulsar los vínculos comerciales. Entre los siglos XIV y XV la recaudación del peaje aumentó en consonancia, al igual que la de la alhóndiga acogedora de comerciantes de paso y de sus mercancías, en la que se realizaron importantes obras de acondicionamiento durante la década de 1420.

                Los auxiliares imprescindibles de este movimiento de expansión mercantil fueron los arrieros o traginers, no pocos de ellos agricultores mudéjares que complementaron sus ganancias con el ejercicio de la arriería y con ciertas labores artesanas ligadas al curtido del cuero y al trabajo de la lana, entre otras. Con razón se exigiría desde Cocentaina unos gravámenes más moderados de la sal adquirida en la realenga Játiva.

                En el fondo la acrecentada fiscalidad se convirtió en un incentivo y no en un depresivo por la particular configuración social de la comunidad contestana, la de un vecindario cristiano que coexistió con una diversificada aljama mudéjar. Los musulmanes no vivieron encerrados en su morería de Cocentaina o en las alquerías de sus alrededores, sino que en puntos como Fraga llegaron a compartir espacio con los cristianos, que tampoco se circunscribieron a la villa. La comunidad mudéjar perfiló su ordenación durante este período y logró una almotacenía propia. Los más conspicuos de sus miembros colaboraron con los cristianos en diferentes negocios, se dedicaron al arrendamiento de impuestos y abrieron el camino en ciertas ocasiones a los hombres de negocios cristianos, lo que contribuyó a convertir la villa contestana, según el baile general del reino a comienzos del siglo XV, en la ciudad de las Montañas.

                Fuentes: Archivo de la Corona de Aragón; Real Patrimonio, Maestre Racional, registros 2647, 2648 y 2649.