CONVICCIONES POLÍTICAS Y ACTUACIONES POLÍTICAS DE SAN VICENTE FERRER.

04.04.2016 12:59

                

                San Vicente Ferrer goza de una enorme estimación en el folclore de los valencianos, que todavía lo recuerdan con veneración en canciones y relatos populares, de enorme interés para conocer un patrimonio cultural de supervivencia insegura.

                Si de la tradición pasamos a la más fría historia, el santo se encuentra envuelto en una serie de actuaciones públicas controvertidas, especialmente para la sensibilidad contemporánea. Sus impactantes predicaciones, acompañadas de una compañía organizada de flagelantes, avisaban de los peligros de la venida del Anticristo y del inminente final de los tiempos. Creyó firmemente en lo que predicaba a las multitudes de muchas localidades europeas y dispuso su actuación política al servicio de ello, con todas las consecuencias.

                Este maestro de la oratoria sacra valenciana predicó en 1407 con gran éxito en Castilla, donde entró en contacto con sus círculos reales. Entabló buena relación con el regente don Fernando, tío de Juan II, que se postularía como rey de Aragón. Entre 1411 y 1412 el dominico y el regente intensificaron sus conversaciones alrededor de Ayllón. En el Compromiso de Caspe su postura y la de su hermano Bonifacio resultaron de enorme peso y el 28 de junio de 1412 fue él mismo el que anunciara la elección real de Fernando.

                Bajo el nuevo monarca, creyó que podía acometer la conversión final de los judíos de los territorios aragoneses, a la sazón todavía muy afectados por las violencias de 1391. En el verano de 1414 predicó con pasión en Aragón contra los judíos, de lo que resultarían una serie de severas medidas antihebraicas en Calatayud y Huesca. En Zaragoza se estuvo a punto de seguir tal proceder, que fue atajado por el príncipe don Alfonso por considerarlo excesivo para los intereses reales. Su criterio no coincidió entonces con el de la realeza.

                Pero sí con el del Papa Benedicto XIII, cuya obediencia cada vez era más reducida dentro de la Cristiandad dividida por el Cisma. En el concilio de Tortosa, finalizado en mayo de 1415, defendió su postura y tras una serie de debates manipulados se ordenó la conversión de los judíos al cristianismo, lo que quedó en un brindis al sol.

                Pese a todo, el inquieto predicador pronto abandonó al Papa de origen aragonés por considerarlo lesivo para la unidad cristiana. Algunos autores han destacado lo que el gesto tuvo de traición a un amigo. Como bien apunta Alan Ryder, instó a un más remiso rey Fernando I de Aragón a retirarle la obediencia, sin considerar los provechos temporales que de aquel pontificado amenazado podía lograr la monarquía aragonesa. En la conferencia de Morella de 1415 abogó por la deposición defendida por el concilio de Constanza, protegido por el emperador Segismundo.

                En Perpiñán se tenían que reunir Segismundo y Fernando para solventar la cuestión, la de la retirada definitiva de la obediencia a Benedicto XIII. En un encendido sermón el predicador instó a ello, lo que al final se consiguió.

                En marzo de 1416 cargó contra los que vivían de rentas cargadas sobre un endeudado patrimonio real, a punto de fallecer Fernando I, al que tanto contribuyó a entronizar pese a sus discrepancias puntuales. Al fin y al cabo siempre puso las conveniencias políticas al servicio de sus pensamientos.