DE MERCADERES A CABALLEROS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La expansión comercial del siglo XVI no empequeñeció los deseos de ennoblecimiento de numerosos mercaderes. Al prestigio social, nada menospreciable en un mundo de honores y presunciones, se sumaron otras razones no menos poderosas. En ciudades como Alicante los caballeros podían ejercer el gobierno municipal, en responsabilidades clave, y aprovecharse en consonancia de sus recursos administrativos, fiscales, financieros y patrimoniales.
Atentos a su fortalecimiento, los linajes ya asentados no tuvieron empacho en enlazar con los recién llegados más acaudalados. Leonor Ángela Pascual se casó con Nicolás Imperial, de origen genovés, que fue reconocido como caballero en 1577. Ya podía ser reputado por persona noble y generosa, hidalga al modo y fuero de los reinos hispanos. Oficios municipales y presencia en Cortes se convertirían en los autos o documentos positivos de nobleza, que sus descendientes podían esgrimir ante la Real Audiencia de Valencia o el Consejo de Órdenes en caso de impugnación puntual o de aspiración a un hábito como el de Montesa.
Otros mercaderes genoveses que alcanzaron la cima de la sociedad alicantina fueron los Canicia. Ser familiar o colaborador del Santo Oficio facilitaba las cosas, y Juan Bautista Canicia lo fue. Sin embargo, un buen matrimonio allanaba más la situación. El casarse con la hija del señor de Busot, Isabel Juan Martínez de Vera, le dispensó la condición de caballero en 1585. Su hijo Francisco siguió su proceder al tomar por esposa a otra joven de la vieja aristocracia local, la contestana Beatriz Juan Rotlà. Su padre, don Luis Rotlà, era el señor de la alquería de Beniasmet, en el valle de Seta, que se vería particularmente afectado por la expulsión de los moriscos; además, ejercía la alcaidía del castillo de Jijona y se honró igualmente en ser familiar de la Inquisición. Su yerno Francisco tomaría asiento en las Cortes valencianas de 1604, pero su nieto debió anteponer el apellido materno al paterno al heredar su mayorazgo.
Luis Rotlà y Canicia, no obstante, tuvo sus más y sus menos para ser insaculado en la bolsa de caballeros a la Diputación del General por la oposición del procurador patrimonial. Su causa fue llevada a la Real Audiencia, y en 1629 depusieron a su favor los caballeros Esteban Martínez de Fresneda (un alicantino residente en Valencia de cuarenta y cinco años), Esteban Briones (de cincuenta y tres) y Joan Despuig (de sesenta y ocho): toda una parcialidad de varones experimentados. Don Esteban, casado con Angélica Bonivern (hija de Juan Bonivern y Ángela Luisa Mingot), formaba parte del núcleo de los linajes nobiliarios alicantinos de la Baja Edad Media, y su hijo don Rodrigo quiso ser en 1625 caballero de Montesa, la orden que en el reino de Valencia simbolizaba el prestigio de la nobleza.
Así pues, Luis Rotlà y Canicia también fue señor de Beniasmet. Se le encomendó la inspección de la peligrosa costa del distrito de la ciudad de Alicante. En 1645 tomó asiento en las Cortes valencianas. Contrajo matrimonio con Feliciana Nogueroles, de otro destacado linaje local, hija de Honorato Nogueroles (reconocido como caballero en 1629) y de Leonor Sanz, hermana del caballero de Montesa Gaspar Sanz. El hijo de Luis y Feliciana, Luis Rotlà y Canicia II, también fue insaculado como diputado de la Generalidad del reino por el estamento de los caballeros, y en 1657 alcanzó un hábito de la orden de Montesa.
Muchas familias tomaron parte en las luchas para alcanzar honores y dignidades, movilizando a veces voluntades muy influyentes. A 16 de enero de 1630 don Antonio Rotlà consiguió que el mismísimo virrey intercediera por él frente al procurador patrimonial, reconociendo la condición militar de su padre Miguel. Más fácil lo tuvo para ser aceptado como caballero Pablo Salafranca, de linaje de origen bearnés establecido finalmente en Alicante, a 4 de mayo de 1630. La disposición de caballeros debía de ser útil a una Monarquía en aprietos militares, y siguiendo un uso que se remontaba al siglo XIII se hacían revistas o alardes de fuerzas. Al del primero de noviembre de 1632 en Alicante se le reprochó no guardar la debida forma, cuando la montura de algunos caballeros dejaba de desear. Otra cosa muy distinta eran sus apetencias y aspiraciones de poder, las de los acaudalados mercaderes que se convirtieron en señores caballeros.
Fuentes.
ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL.
Órdenes Militares, Montesa, expediente 281 y 403.
ARCHIVO MUNICIPAL DE ALICANTE.
Privilegios y provisiones de 1637-40.