DEL DOMINIO ALMOHADE AL FINAL DEL CASTELLANO, ALICANTE EN EL CAMBIANTE SIGLO XIII.

27.04.2017 13:10

                

                El final del Alicante islámico.

                El Alicante musulmán, Laqant, era un núcleo de dimensión modesta con la categoría de madina cien años antes de la conquista cristiana. Al-Idrisi dio noticia de su orientación portuaria y naviera. Bajo los almohades, el Sharq Al-Andalus experimentó una serie de cambios: se crearon nuevos distritos, se reforzaron las fortificaciones y se acogió a la población islámica desplazada por el avance cristiano en la península Ibérica. Los acuerdos con las Comunas de Pisa y Génova, junto a la dominación de las Baleares, favorecieron la proyección del poder almohade en el Mediterráneo, del que se hizo eco Ibn Jaldún al hablar de la fuerza de su flota.

                La crisis del sistema imperial almohade, por razones que fueron más allá de la derrota de las Navas de Tolosa, dio alas a varios potentados andalusíes, como Ibn Hud, que no lograron al final sus metas. Se fue abriendo paso la política de pactos con los expansivos poderes cristianos. El acuerdo de Alcaraz (1243) entre los abatidos hudíes y los castellanos abrió las puertas a la dominación por los segundos del país de Tudmir, no sin someter a dura prueba los acuerdos de reparto de Al-Andalus con los reyes de Aragón.

                Antes de las vistas de Almizra, el derrocado gobernante de Valencia, Zayyan ibn Mardanish, quiso encontrar compensación al Sur del Júcar. Cuando Jaime I atacó las tierras cercanas a Bairén, llegó desde Denia en una galera para trocar Alicante por Menorca, algo que el Conquistador rechazó por corresponder aquélla a la zona de dominio castellano.

                La ausencia de una aljama mudéjar fuerte en época posterior hace sospechar con fundamento que Alicante rechazó el pacto de Alcaraz y fue sometida militarmente por los castellanos.

                La creación del concejo de Alicante.

                La fecha de la conquista de Alicante navega entre el 1246 y el 1249. Del 24 de marzo de 1251 data el testamento de la esposa del alcarreño Guillermo de Auñón, que legó cinco sueldos burgaleses al templo de Santa María, la precedente mezquita aljama. El 5 de octubre de 1252 la monarquía otorgó a la localidad el fuero de Córdoba, aquí llamado de Alicante, con las franquicias de Cartagena.

                El principio de territorialidad puso las bases de la identificación sentimental entre los vecinos y la tierra. Sus gobernantes locales tuvieron el honor de conservar su sello, símbolo de la autoridad municipal. Se dotaba a Alicante de un extenso término territorial con núcleos de población sometidos a su férula, al modo de Castilla. En caso de reconquista islámica, los hacendados pioneros vieron reconocido su derecho a restitución. Precisamente, los primeros vecinos de aquel nuevo espacio legal fueron exonerados del diezmo. La ética en la penalización de los delitos, la prohibición de las tabernas y de los judíos para acceder a las responsabilidades municipales apuntan a la dimensión utópica de la conquista, todavía muy influida por el ambiente de las Cruzadas, el de la comunidad del Cuerpo de Jesucristo.

                El fuero promovió el ascenso a la caballería de todos los que dispusieran de recursos y arrestos. Las esposas de los caballeros se responsabilizaban de los deberes de sus maridos cuando marchaban a la guerra, de octubre a mayo podían acompañarlos a visitar sus heredades de Ultrapuertos y podían heredar sus concesiones. Se penalizó en consonancia todo matrimonio forzado, ataque a las buenas relaciones entre linajes caballerescos. Se quiso frenar que los familiares se tomaran la justicia por su mano.

                Una avanzada mediterránea.

                Aunque se prohibían las donaciones a instituciones eclesiásticas forasteras, en abril de 1258 Alfonso X cedió al obispo de Cuenca parte de sus términos (Novelda y los dos Aspes).

                Este rey quiso dar bríos a la repoblación alicantina y en 1257 dio los privilegios de la hidalguía toledana a sus ballesteros, armadores y marineros. Autorizó en 1258 un nuevo reparto de las heredades y permitió nuevos molinos. La consideración de las deudas, según las costumbres toledanas, y las exenciones por atraque portuario intentaron promover el comercio al modo de las pueblas cantábricas en la esfera de Burgos.

                También se depositó una mayor confianza en los dirigentes locales al permitir la libre elección de los oficiales municipales o aportellados. Se refrenó la intervención del merino mayor. Los designios alfonsíes sobre el Norte de África aconsejaban este proceder y se quiso alentar el uso del puerto alicantino por las órdenes militares. La ermita de la Virgen del Socorro, o del Lluc anteriormente, se ha asociado a veces con una casa de los templarios.

                A Alicante llegaron gentes de Castilla y de Aragón, como acreditan los nombres de los repartidores Garci Fernández de Barca y Bernat Ferrer y de los negociadores de los aranceles Sancho Ruiz del Orniella y Ramón de Mirambell. Estos pioneros trajeron nuevos valores y preferencias, que se amalgamaron con los precedentes, como se aprecia en la valoración de productos de 1258. La harina, el aceite, el queso, la miel, la cera, los huevos, el azafrán, el arroz, la grana, la lana, el atún, el carbón y las esteras se pagaban con piezas burgalesas en el fielato, y en quirates almohades el azafrán, el lino, la alheña, las nueces, los piñones, las almendras, las castañas, las avellanas y las jarras de atún. Los pueblos cristianos incorporaron la arboricultura de los campesinos musulmanes.

                Éstos quedaron reducidos en Alicante a la condición de trabajadores de la tierra controlada por los cristianos. En 1260 se distinguió entre los aparceros o exaricos que pagaban anualmente un morabatí de los trabajadores de azada que solo tributaban medio. La recaudación se destinó al mantenimiento de las murallas de la villa.

                La precedente mezquita principal ya se había consagrado a Santa María. De la puerta Ferrisa de raigambre musulmana partía el eje de la calle mayor de la nueva villa, donde florecería el templo de San Nicolás, otra antigua mezquita. En mayo de 1264 el capitular del obispado de Cartagena Martín González estableció como censatario a Pedro de Savardú por el precio de un buey al año en terrenos del antiguo cementerio musulmán, cercanos al nuevo hospital de la villa nueva, que entonces limitaba por el Oeste con el barranco de la Rambla. Aquel punto de la trama urbana también atrajo la atención de otros vecinos con fortuna, como Martín Ruiz Farquella y Joan Yeneguiz.

                Alzamiento mudéjar e intervención aragonesa.

                Las relaciones entre el joven Alfonso X y su suegro Jaime I pasaron por momentos muy difíciles en 1254. Algunos autores han acusado al primero de apoyar desde Alicante al caudillo Al-Azraq contra el aragonés. Alfonso fue un hombre con grandes ambiciones, y no solo al cetro del Sacro Imperio. En 1260 fuerzas castellanas atacaron Salé, en el Atlántico marroquí.

                En 1264 se encontró en un serio aprieto. Los mudéjares de sus territorios béticos y murcianos se alzaron en armas con la ayuda nazarí y benimerín. Jaime I, tras no pocos enfrentamientos con la nobleza aragonesa, acudió en su ayuda en el área entonces murciana para evitar problemas similares en sus dominios. Su hijo don Pedro también tomó partido en las acciones.

                El 21 de noviembre de 1265 ordenó en San Nicolás su hueste. Avanzaría en columna hasta la ciudad de Murcia frente a las fuerzas musulmanas, forzando su rendición. Alicante, punto fuerte cristiano, dispensaría a sus naves un buen puerto, vital para su abastecimiento.

                En 1266 se encontró en condiciones de reordenar el territorio murciano, del que Alicante formaba parte. A los acuerdos de capitulación con los mudéjares se sumaron los establecimientos de guerreros. Bajo el mando de Artal de Luna y Ginés de Urrea se emplazaron temporalmente en nuestra villa cien caballeros, provistos durante cinco meses con víveres que les fueron de gran utilidad, pues vendieron con provecho parte de aquellas raciones. Recomendó Jaime I a su yerno que otorgara a los hombres de valor murcianos doscientas tahúllas en lugar de cincuenta con la idea de fortalecer el grupo caballeresco. Al final, de todos modos, hizo entrega a Alfonso X de las tierras retomadas, lo que le ha valido a Jaime I no pocos reproches de algunos historiadores posteriores.

                Los problemas del municipio alicantino.

                La intervención del Conquistador fortaleció la presencia de gentes de la Corona de Aragón en Alicante, que se añadieron a vecinos como el clérigo Guillem Sicart, Guillem de Tárrega, Ramón de Blanes y Pero Catalá.

                Los alicantinos de entonces trataron de aprovecharse en 1269 del cese del deber de presentar fiadores en la exportación de higos, aceite y pasas. El desarrollo de la agricultura comercial, altamente beneficiosa, tuvo su reverso. Algunos caballeros prefirieron las moradas de sus heredades a las de la villa. En 1271 se les obligó a establecer aquí su residencia principal y a asumir sus deberes vecinales en 1272.

                Los problemas generales de Castilla (el déficit y las luchas políticas) también repercutieron en Alicante. En 1275 la moneda castellana sufrió una fuerte depreciación y los precios se encarecieron. Varios vecinos vivieron malos momentos.

                Para muchos hombres de la frontera el ejercicio de las armas como almogávar era una escapatoria a los problemas diarios, además de alentar su promoción social, en la estela de la caballería villana. En 1276, según el cronista Bernat Desclot, se congregaron unos 8.000 peones en la peña de Jijona, en los límites entre Aragón y Castilla, para lanzarse contra los musulmanes de la huerta alicantina. Un nuevo alzamiento mudéjar, esta vez en el lado aragonés, dio pie a nuevas violencias. Se tuvo que insistir en 1277 en el disfrute de las franquicias de Alicante por sus vecinos, a pesar de la dispersión de sus heredades por otros puntos.

                El reinado del finalmente desdichado Alfonso X, el de Sancho IV (1284-95), tampoco fue plácido. En 1285 se convocaron en Sevilla Cortes específicas para los reinos de Murcia y Sevilla. Entre 1288 y 1291 Alicante se encontraría en el frente de guerra entre Castilla y Aragón. El aragonés Alfonso III protegió al aspirante al trono de Castilla Alfonso de la Cerda a cambio de la cesión del reino de Murcia, que no se llegó a cumplir.

                Los conflictos no anularon los vínculos entre Alicante y los municipios del entonces Sur valenciano. De Cocentaina y Alcoy llegaron hombres con voluntad de comerciar con esclavos y con alimentos de todo género. En abril de 1282 el rey de Aragón Pedro III ordenó a los oficiales del Júcar no detener el paso de maderas para edificar los conventos franciscanos de Alicante y Murcia. El éxito de la fundación del primero todavía debía aguardar ciento cincuenta años más.

                Desde 1266 la monarquía castellana alentó con mayor vigor la repoblación de Orihuela, en la vega del Segura. La plaza debía alertar a Murcia a través de sus almenaras o torres de señales de humo. Se iba perfilando su futura capitalidad del territorio comprendido entre Jijona y los lindes con el concejo murciano.

                En estas circunstancias, la minoría de edad de Fernando IV de Castilla abrió un nuevo capítulo del Alicante medieval, al que habían llegado personas tan arriesgadas como oportunistas en busca de una vida mejor.