DINERO VALENCIANO PARA RECONQUISTAR CERDEÑA.

04.03.2017 19:47

                

                La dominación aragonesa de la isla de Cerdeña no fue cosa fácil y antes de la muerte de Martín I el Humano sus contrarios volvieron a la carga. El vizconde de Narbona, como sucesor de los jueces de Arborea, hizo armas contra los aragoneses. El virrey y lugarteniente general Pedro de Torrellas se las vio y se las deseó, especialmente porque los socorros militares procedentes de Cataluña no llegaron con la celeridad necesaria. Plazas de la importancia del Alguer se encontraron seriamente amenazadas. Los genoveses, grandes rivales de los aragoneses en el Mediterráneo, apoyaron a los partidarios del de Narbona.

                El gran historiador Zurita exclamó que fue milagroso que Cerdeña no se perdiera en los turbulentos momentos del Interregno. La ambición del vizconde le deparó no escasas antipatías dentro del frente anti-aragonés. Los partidarios de Aragón, por otra parte, combatieron con firmeza en aquellas difíciles circunstancias.

                En 1414 Fernando I, el de Antequera, ya se había desembarazado de la oposición del conde de Urgel y se propuso fortalecer la posición de la Corona en el Mediterráneo. Para sofocar la oposición en Cerdeña recabó distintos fondos de sus dominios.

                En junio de 1414 pensó pedir ayuda económica a los municipios del realengo valenciano. El baile general de Valencia le advirtió de los riesgos de tal proposición. Nunca se había planteado así y se corría el riesgo que el rey perdiera vasallos a favor de los lugares de señorío eclesiástico.

                Para cerrar tal posibilidad, se anunció que los segundos también contribuyeran, lo que podía originar espinosas controversias a la nueva dinastía. Se actuó de momento con cautela y el 7 de julio del mismo año el rey se mantuvo a la espera de lo decidido por Morella y el maestre de Montesa, lo que marcaría la conducta a seguir por los demás valencianos.

                Fernando I quedó satisfecho de la respuesta y el 17 de septiembre el consejo general de la ciudad de Valencia acordó satisfacerle la cantidad de 4.000 florines, cuya recaudación administraría su propio municipio. Se insistió en que las otras localidades del realengo y del señorío eclesiástico actuaran de igual manera, enviándoseles cartas de notificación. El 18 de octubre Játiva contribuyó con 700 florines y con 200 su morería. A las aljamas mudéjares también se les pasó apercibimiento.

                Tales donativos se hicieron al margen de los subsidios acordados en Cortes, celebradas meses más tarde, y exigieron a la monarquía observar unas ciertas consideraciones, por mínimas que resultaran. Los mudéjares, por ejemplo, recibieron seguridades ante acciones preocupantes como los sucesos de Daroca o los apresamientos de musulmanes valencianos desde la castellana Villena.

                La seguridad del reino de Valencia también tuvo que ser tenida en consideración, más allá de las depredaciones corsarias desde Cartagena. A 5 de diciembre inquietó el destino de la armada formada en Portugal, que al final conquistaría Ceuta, pues se pensó que pondría proa hacia aguas mediterráneas. Al final, el dinero de los valencianos ayudaría a la dominación de Cerdeña, algo de lo que tomaría buena nota el sucesor de Fernando I, el inquieto Alfonso el Magnánimo.